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Carlota y la buena muerte...
Héctor Huerta | 08-05-2014
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Aunque era una noticia esperada (el cáncer que había dado sus terroríficas señales de advertencia dos años antes), la muerte de Tito Vilanova sembró un extraño escalofrío en la comunidad futbolística, aún entre aquellos que nunca tuvieron la oportunidad del mínimo contacto personal.

Sin conocerlo tan a fondo como su familia, el presidente culé, Josep María Bartomeu dijo en su homenaje que "Tito es un referente humano y futbolístico eterno para el Barcelona".

En su breve paso de 45 años de vida por la tierra, Tito, el entrenador, había dejado una profunda huella en el sentimiento del barcelonismo. Soldado leal de Pep Guardiola, se ganó con merecimientos algunos sorbos de miel en las múltiples victorias. Pep nunca negó importancia a Tito en la construcción del mejor equipo de todos los tiempos. Supo ser número dos. Durante los partidos, siempre fue la voz más influyente que escuchaba Guardiola. Veía el futbol como ninguno.

Y cuando Pep se fue y le tocó ser número uno, logró lo que parecía imposible: hacer que la mejor orquesta del mundo tocara nuevos ritmos. Así, en la temporada 2012-2013, con Tito ya enfermo de cáncer, el Barcelona alcanzó los 100 puntos.

Alguna vez, un hombre de futbol que había cubierto muchas tareas en los equipos, comentó al darse cuenta que le habían caído los calendarios encima: "A esta edad ya no busco fama, dinero ni posición. A la vida sólo le pido una buena muerte".

En la misa de homenaje a su padre, Carlota Vilanova pronunció un discurso lleno de amor: "Nuestro padre era nuestro héroe, nuestro modelo a seguir, mi primer amor, amor que sentía cuando todavía no sabía lo que significaba. Amor que ya buscaba en la cuna y amor que aún busco y que espero que vuelva a casa a nuestro lado. El amor más grande e incondicional que se puede sentir, el de un padre enamorado de sus hijos".

Y concluyó con una referencia a su vida en el futbol: "A mi padre nada le cayó del cielo. Su pasión por el futbol, trabajo y dedicación le llevaron a conseguir su sueño: sentarse en el banquillo del primer equipo del Barsa, equipo que siempre ha estado en su corazón".

En el mismo sitio, su otro hijo, Adri , también dedicó unas sentidas palabras para retratar al hombre: "Aún recuerdo la primera vez que le diagnosticaron el cáncer. Todo lo que le preocupaba no era su salud sino nuestro bienestar. Siempre se preocupó más por los demás que por él".

En sus hijos, Carlota y Adri , Tito dejó al mundo su mejor legado. Esta queda como una buena lección de vida para los entrenadores del mundo, México incluido. Esa es la que podría denominarse "una buena muerte".

 
hhuerta@reforma.com
 
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