Mañana se cumplirá con una edición del Clásico Nacional que podría resultar especialmente importante, no tanto por el futbol de la cancha, sino por el precedente en las tribunas.
A este duelo, que se presenta como el más atractivo de la Jornada 13, ambos contendientes parecen llegar en similitud de condiciones, con las Chivas acercándose paulatinamente a su máximo nivel y las Águilas descendiendo alarmantemente en su desempeño.
Si hace seis meses un abismo de distancia separaba al futbol desplegado por el América en relación al practicado por el Guadalajara, en este momento no se ve diferencia alguna; o se ve muy poca, y mañana sabremos qué tanta es capaz de establecer cualquiera con el futbol que despliegue en la cancha.
Pero también veremos, a manera de bienvenido experimento, cómo puede disfrutarse de un partido de futbol sin la participación de las respectivas "barras".
Como oportuna reacción ante el peligroso estado de cosas exhibido en el Atlas vs. Chivas de la semana pasada, para este duelo ante el América la directiva del Guadalajara decidió negarles el acceso a las fanatizadas barras, para así dar un magnífico primer paso en el afán de solucionar el creciente problema.
Aunque de inmediato hayan surgido las voces de otros dirigentes empeñados en proteger el negocio, algo radical hay que hacer para detener la escalada de violencia claramente dibujada en nuestro futbol.
Es cierto que el problema debe ser atacado desde distintos frentes: elevar el nivel educativo, mejorar la seguridad en los estadios, capacitar a las "fuerzas del orden", castigar a quienes creen que dentro de un estadio se puede delinquir impunemente.
Pero mientras todo eso se hace, sin pretextos ni barras, es necesario transformar a éstas en verdaderos grupos de animación para evitar que sigan convirtiendo a las tribunas en campos de batalla.
Ya se tardaron... pero todavía están a tiempo.
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