A la mesa fatídica de la lucha por la permanencia en Primera División se han sentado tres comensales que han alternado su silla en diferentes momentos para esta más cerca o más lejos de la puerta.
Hay otro, sin embargo, que se aproxima al salón y podría compartir sufrimientos con Querétaro, Atlas y Veracruz.
El Puebla entra en una espiral que le tiene a siete puntos del fuego faltando 21 por disputarse.
Algunos de sus jugadores tienen atraso en sueldos hasta por tres meses. Y la directiva, que no lo desmiente, asegura que varios de ellos no están corriendo como profesionales y por lo tanto el DT tiene autorización para despachar a quien considere.
Varios equipos han padecido lo mismo en el torneo. Jaguares, Gallos y Puebla son los confesos. No se descarte que haya mas nóminas impagadas, como sucede con más frecuencia que nunca en varias países.
¿Cómo exigirle a los profesionales del futbol -es decir, viven de ello- un desempeño similar al que tendrían si cobraran a tiempo? ¿Cómo suponer que el jugador baja a propósito su rendimiento cuando su empleo, su carrera y su prestigio están en juego?
Las preguntas y respuestas son menos absolutas de lo que podamos pensar. Es obvio, pero no por ello se debe pasar por alto que el directivo no se atrasa en pagos voluntariamente. Está claro que los accidentes, las sorpresas y el depender de terceros pueden poner en riesgo la costosa operación de un club. Si no hay una empresa poderosa y fuera de cualquier duda legal, un engrane roto manda todo al diablo.
También es básico suponer que el jugador tiene que comer, cubrir las escuelas de sus hijos, comprar gasolina, pagar la despensa y traer en el bolsillo algo. Pese al estereotipo que pone al futbolista como millonario que tiene asegurado su futuro, eso sucede en un porcentaje mínimo a escala mundial. En México, y el futbol no es la excepción, hay poca gente que resista sin chistar el retraso de un solo día de su salario.
Rubén Omar Romano, igual que sus colegas en circunstancias parecidas, se dice entre la espada y la pared: tiene que exigir, pero con el conocimiento de que las neuronas de sus jugadores están ocupadas en otras cosas. Las llamadas del banco amenazando con pena de muerte a quien se le venza un pago más de cinco minutos deben repiquetear en varias casas de los empleados -no sólo jugadores- de los clubes en cuestión.
La historia no recordará esos detalles: el deporte es cruel y sus facturas no tienen consideraciones.
Puebla, sí, está enfermo de lo mismo que otros y la medicina que necesita no se toma en las prácticas.
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