Inusual el arranque de la Jornada 10 con esos cuatro partidos disputados el viernes, pero algo que no cambia en nuestra Liga son los resultados sorpresivos, aquellos difíciles de entender y todavía más complicado querer explicarlos.
El Veracruz fue el primero en sorprendernos aprovechándose de la soberbia de los dirigidos por el señor Matosas, dejando en claro que en el futbol, y más en nuestra Liga, los partidos no se ganan con la camiseta y mucho menos con el nombre.
También fuera de lo común y muy sorpresivos fueron la contundencia y la calidad de futbol que jugaron los Tigres frente al superlíder.
Si en la tabla general la diferencia de puntos es abismal, en el terreno de juego esa indiscutible distancia no se dejó notar. Los Tigres no sólo ganaron, fueron superiores al Cruz Azul aun jugando con inferioridad numérica desde el minuto 65.
Con sólo ocho minutos de juego, Tigres ya habían anotado el primer gol que les abrió el camino a la felicidad, otra anotación que para muchos tuvo tintes de duda, no para mí, que no encontré por ningún ángulo motivos para señalar este penal.
Pero los errores arbitrales sólo son parte del juego y no quiero quitarle méritos a los felinos, finalmente encontré motivos para elogiarlos.
Finalmente el equipo de Ferretti juega como todos esperamos que juegue, y hablo de la forma, del dinamismo, de la intensidad, independientemente del resultado final, que sólo fue un reflejo de lo realizado durante los 90 minutos.
Les pregunto: ¿ahora sí podemos pensar que el resultado y principalmente la forma tan sobresaliente que puso fin a la invencibilidad cruzazulina son verdaderos motivos para empezar una real reacción?
Sé que muchos me dirán que sí, yo todavía no estoy seguro, les servirá para levantarse anímicamente, pero debemos reconocer que los Tigres han sido uno de los mayores inversionistas en esta montaña rusa mexicana llamada irregularidad.
De hecho así resumo lo que vi ayer en el Estadio Universitario, la irregularidad en su máxima expresión, un superlíder que nunca mostró por qué está instalado en la posición de honor y unos felinos que jugaron como superlíderes estando como sotaneros.
UNA VERGÜENZA Mientras los Tigres lograban su mejor presentación e hicieron en 90 minutos la misma cantidad de goles que tenían en el torneo, el Monterrey daba lástima en Pachuca.
Jonathan Orozco, quien fue el mejor de los Rayados en el partido frente el América, se convirtió en el reflejo y en el villano frente a unos Tuzos que con muy poco les fue suficiente para ganar y dejar en claro que el Monterrey es un equipo del montón, una vergüenza.
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