Chachareando en una de esas librerías faraónicas que uno encuentra en Estados Unidos, apareció un cuaderno de ejercicios de creatividad en el que plantean ideas que hacen honor a ella.
Uno de los tantos, invita a escribir La Cenicienta, pero desde el punto de vista de una de las hermanastras. Qué interesante. La perspectiva cambia totalmente.
Seguramente que la nueva y virtual autora no vería bella a Cenicienta. Ni hacendosa, ni tampoco maltratada por la madrastra: era golpeada porque lo merecía.
Es probable que el enamorado si le gustara dado que a fin de cuentas era el galán millonario del principado -diferente al de Maquiavelo-, pero los pies de su hermanastra le parecerían llenos de juanetes, imposibles de amoldar en una pequeña zapatilla y la carroza-calabaza, una cursilería.
México jugó anoche su último partido de fecha FIFA contra Nigeria.
Debió ser puesto a prueba -que de eso se trataba- para que Miguel Herrera tome apuntes sobre una Selección que necesita revaluarse a sí misma en vísperas de una Copa del Mundo.
Pero el examen más delicado no fue posiblemente el futbolístico, sino el del clima ambiental del futbol mexicano y sus personajes.
Tomás Boy, de todos los respetos, puso cara de madrastra para referirse a Herrera en tono más despectivo que el escrito en el cuento. "Pobre Miguelito", dijo el "Jefe", "que piensa que está ahí por su capacidad".
La ironía de Tomás, aderezada por un gesto que pudo competir por el Oscar, levantó el polvo. Cuauhtémoc Blanco, Caixinha y demás acompañantes en la fila formada ante la ventanilla de quejas, se han expresado libremente en un País que eso nos concede. Pero no lo han hecho con el mejor gusto posible, ni con el menor afán de construir.
El Temo ya olvidó los deslices que no soportó más Sven-Goran Eriksson en su tiempo. La manera "digna" en que se despidió pese a la inicial negativa del sueco en un partido eliminatorio frente a Canadá por llegar de madrugada a la concentración, fue ignominiosa.
Márquez, sí, dejó atrás también un compromiso social que quisieron atender tres de los jugadores en la Copa América de Venezuela. El permisivo Hugo Sánchez los dejó ir antes de jugar por el tercer lugar.
A boca grande, cola corta para que nadie la pise. No es el caso. Tampoco el momento.
Cada quien tiene sus pecados, pero esos no aportan nada. La crítica no está siendo futbolística y por lo tanto no es valiosa. Sólo venganzas personales.
Pensemos que el cuento no está escrito por la madrastra y que tiene un final feliz.
Empecemos por pedir silencio a quien no desee construir.
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