Sigue ofreciendo el torneo mexicano mucho más material para el comentario por sus irregularidades en la mesa que por el futbol mostrado en la cancha.
Ahora son los increíblemente resucitados Gallos Blancos de Querétaro los encargados de aportar tema, no por sus tres derrotas consecutivas ni por aquella resucitación, sino por las cuestionables andanzas de su dueño.
Si el correspondiente reglamento se aplicara al pie de la letra, sobrarían motivos para desafiliar al conjunto queretano, cuyo dueño no aprobaría el más elemental escrutinio.
¿Cuántos dueños de equipos la librarían, y cuántos no, si el origen de sus dineros fuera sometido a ese indispensable escrutinio?
Como esa escrupulosa y exhaustiva revisión en realidad no existe, lo que resta esperar en este caso (no exhibido por la Liga, sino por autoridades extrafutboleras), es que esa posible aunque improbable desafiliación no modifique para nada una lucha por la permanencia que debe ser solamente resuelta en la cancha.
Que desafilien a quien quieran, puedan y deban desafiliar, siempre y cuando no deje de descender el peor.
Pero mientras con respecto a ese caso se decide algo o no, y esta sui generis Liga MX prosigue con sus tradicionales peculiaridades fuera de la cancha y su mediano nivel adentro, a medio torneo nos tomamos una pausa para presenciar un capítulo más de preparación de la Selección Mexicana rumbo a la Copa del Mundo de Brasil.
La escuadra dirigida por Miguel Herrera tratará de aprovechar hoy una de las pocas oportunidades que tendrá de aquí a junio para elevar su nivel de juego y acercarse a esa alineación idónea de la que parece estar tan lejos.
Al enfrentarse al conjunto de Nigeria les urge a los tricolores pasar ya de su etapa de gestación para entrar en la de consolidación y avanzar en su desarrollo como equipo.
A ver qué tanto avanza esta noche el máximo representante de nuestro peculiar futbol.
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