Un buen paso ha dado el Grupo Pachuca al tomar la decisión de impedirles el acceso a sus estadios a quienes incurran en manifestaciones racistas.
Si se utilizan los mecanismos necesarios para primero detectar y después prohibirles la entrada a los aficionados cuyo comportamiento no sea el adecuado, mucho se podrá avanzar en el fortalecimiento de la seguridad en los distintos estadios.
No sólo vetar a quienes agreden con muestras de racismo, sino a quienes arremeten de tan variadas formas, físicas o verbales, contra los protagonistas del juego o contra otros aficionados.
Erradicar a quienes creen que la compra o adquisición de un boleto es una especie de patente de corso para delinquir a su antojo con el pretexto de "defender" determinada camiseta.
Como medida de prevención, para detener la escalada de violencia en los estadios, ir limpiándolos poco a poco de vándalos y barbajanes disfrazados de seguidores.
Jesús Martínez incluso ha manifestado la intención de buscar la forma de convencer a los aficionados de irse olvidando del vergonzoso, burdo y "tradicional" grito dedicado al portero contrario cada vez que despeja un balón, para cambiarlo por algo más creativo y respetuoso.
Mientras se hace lo necesario para elevar el bajísimo nivel educativo de México, que por lo menos en los estadios se vean aficionados un poquito más educados, en aras de lo cual parece un magnífico primer paso el impedirles la entrada a quienes de plano ya no tengan remedio en ese renglón.
Y si como pasos subsecuentes tanto a niveles federativos como en los distintos clubes y a través de los medios de comunicación se realizan campañas encaminadas a enaltecer el rol del aficionado (más "cielitos lindos" y menos insultos multitudinarios al portero), algún día podrá aspirarse a un aceptable comportamiento de los espectadores.
Por lo menos dentro del futbol por algún lado hay que empezar con la urgente tarea de educar, y con esta medida el Grupo Pachuca confirma estar apuntado.
¿Quién más se apunta?
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