Racismo y discriminación son dos palabras que uno no quisiera escuchar como acusación en su contra; no en México, mucho menos en Estados Unidos. Pero desafortunadamente son una realidad que sucede tanto en lo privado como en lo público.
Hoy nos asustamos por lo sucedido en el Nou Camp, con esa retrógrada y reprobable manifestación de un sector de la porra puma, que imitaba el sonido de un mono cada vez que Franco Arizala o Esner Loboa tocaban el balón. Y claro, por supuesto que es necesario atender, investigar y sancionar con todo rigor, pero vayamos un poco más a fondo en este problema que tiene orígenes igualmente delicados y quizá ya vistos con toda naturalidad en nuestro País.
En México la discriminación entre clases sociales (y hacia la mujer) es y ha sido terrible desde el tiempo de la Colonia con el sistema de castas. Ya los españoles clasificaban a la sociedad por su color de piel y, más recientemente, la diferencia se establece por la desigualdad económica, en un país donde han nacido 11 de los hombres más ricos del mundo pero que cuenta con más de 60 millones de habitantes que viven en la pobreza y... la discriminación.
El racismo y la discriminación ofrecen la única oportunidad que tiene la gente mediocre de sentirse superior, al menos por un momento, al menos en una tribuna que ofrece anonimato... al menos en un ambiente donde el agresor se sienta protegido.
Pero discriminados no solamente son los menos favorecidos en México: los "güeritos", "fresas" o "los de escuela de paga" deben sobreponerse, no solamente a la competencia futbolística de cada equipo profesional, sino a lo que muchos jugadores menos favorecidos socialmente, consideran una invasión de quienes no necesitan el futbol como medio de trabajo. Este tipo de discriminación difícilmente se conoce, porque rara vez es denunciada por los afectados.
La intolerancia es también discriminación, y se manifiesta de manera precisa en un partido de futbol, con el simple hecho de rechazar el apoyo de otros aficionados hacia otros colores.
El problema no es imitar los sonidos de un simio en el estadio para darse cuenta que existe discriminación y racismo, sino estar acostumbrados a ver cotidianamente la desigualdad sin confrontar los privilegios.
Racismo y discriminación son dos palabras que nos alarman y que de inmediato nos hacen reaccionar al conocer que se manifiestan en un estadio contra dos jugadores, deberían causarnos el mismo efecto ante el resto de las discriminaciones que a diario vivimos a nuestro alrededor, pero que nos tienen acostumbrados.
@felixatlante12
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