No comparto la postura de Hugo Sánchez de rogarle a Carlos Vela para que sea parte del Tri, pero de ninguna manera puedo criticarle por defender esa bandera. Vaya, estar en desacuerdo con alguien, no es estar en contra de él.
Esta tendencia impregna los debates de cualquier tipo en México. Para los triunfadores como Hugo, somos incapaces de separar la parte pública de la privada. Si Hugo habla siempre de sí mismo antes que de los demás, está en su derecho, aunque otros lo hagan a la inversa.
Nada le quita los méritos deportivos que parece serán eternos. A los exitosos, que no necesariamente famosos, los queremos inmaculados. Está claro que lo ideal es ser una persona con valores, buen ejemplo, congruente y generoso fuera del campo, cancha o duela. Si esto no se combina con los triunfos, entonces nos volvemos implacables para enfocarnos en la probable soberbia, egocentrismo, vanidad y debilidades del personaje analizado, y desdeñamos sus méritos a grado incomprensible.
Parte del enriquecimiento de cualquier foro de discusión depende del encuentro de puntos de vista para que cada quien forje el propio. Podemos sentirnos identificados mucho o nada con cierto planteamiento y simplemente desecharlo. Pero no ocurre así generalmente, si te irrita la opinión de Hugo Sánchez en el caso Vela, no estamos atendiendo al punto de vista en particular, sino que hay evidentemente una carga previa, merecida o no, que no tiene que ver con los juicios sino con la persona.
Si la envidia fuera proteína, no habría desnutrición en México. El deporte nacional no es la charrería, es descalificar, minimizar y juzgar sin bases, a quienes logran algún nivel de trascendencia. Los míticos cangrejos de Hugo, pues. Antes de tacharlo de loco, me hubiera gustado que Hugo elaborara un poco más sobre el propósito de rogarle a Vela. Insisto en que no creo que el ruego aplique para nadie en ningún caso de representación nacional, pero desde el punto de vista del mejor futbolista de la historia, parece que el tener a Vela o no, si hará gran diferencia en el Mundial.
Entonces, creo que lo importante no era engancharse con la personalidad de Hugo, sino con sus razones en el particular. Todo para enriquecer la discusión con mejores argumentos. Hugo podría ser más querido, en realidad no le importa. Es como es, y pese a su constante polémica para opinar hay que respetarlo y reconocerle el grandioso e incomparable legado.
No lo quiero para cuñado. Da lo mismo si me cae bien o mal. Cuando hable, hay que escucharlo y quedarse con lo rescatable. Cuando sea el caso.
@Javier_Alarcon_
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