Es increíble la cantidad de tiempo y espacio que desde hace varios meses se le ha dedicado en la prensa deportiva al tema de la negativa de Carlos Vela de jugar con la Selección Mexicana.
Tanto tiempo y tanto espacio, que aquí y ahora resulta casi casi obligado escribir algo sobre dicho tema, aunque sólo sea para intentar que lo escrito sirva como epílogo.
Como último capítulo de la repetitiva novela con tintes de cuento, Miguel Herrera cumplió con el expediente y fue a comprobar a tierras españolas, de viva voz del futbolista, su falta de interés en formar parte de la escuadra mexicana.
Según el director técnico tricolor, no vio en Vela el necesario compromiso; y en palabras del propio jugador, no está mentalmente al cien por ciento (algo que por ser tan obvio en realidad salía sobrando aclarar).
Con lo que después de la reunión manifestó claramente Herrera y con lo explicado por Vela en su cuenta de Twitter debería darse por concluido el tema de esta polémica decisión, que podrá antojarse incomprensible pero también es a todas luces respetable.
Que no se confunda Patria con Selección, y se entienda que el negarse a jugar con el máximo representativo de nuestro futbol no convierte a Vela en un mal mexicano, como tampoco el aceptarlo hace mejores a los otros.
Es indudable que con dicha decisión pierde más el jugador que la Selección, y por eso no es fácil entenderla; pero no es al pueblo mexicano, como increíblemente muchos piensan, al que el futbolista debe darle explicación alguna; si acaso, como ya más o menos lo hizo en su comunicado final, a sus compañeros y al técnico.
Miles y miles de esos mismos mexicanos que pasivamente contemplan a nuestros gobernantes, políticos y empresarios haciendo y deshaciendo a su antojo, muy indignados le exigen una explicación a Vela.
¿Y si mejor nos unimos al punto final que tanto el técnico como el jugador le pusieron al asunto y se lo ponemos también nosotros?
Por favor, ya no más no-vela y mejor dedíquense a contarnos otros cuentos.
gomezjunco@reforma.com
@rgomezjunco
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