Al América le tocó atender una emergencia y la tiene que redondear hasta las últimas consecuencias.
Por eso es que Ricardo Peláez se despidió ayer en Coapa con una mezcla de sentimientos que pueden adivinarse más amargos que dulces. A las Águilas les venía bien un hombre como él y viceversa: el hasta ayer director deportivo (del futuro siempre es incierto hablar) se sentía a sus anchas.
A la Selección nunca se le dice que no, salvo deshonrosas excepciones, y Ricardo profesa con el ejemplo. Aunque se esté bien en algún otra lado, siempre hay obligaciones que atender. La máxima responsabilidad de cualquier personaje del mundo del futbol es su seleccionado. Y tiene que responderse cualquier llamado con orgullo y disposición.
Fuera de que el mensaje que Peláez tiene claro lo hace extensivo de una vez a Carlos Vela, quienes lo conocemos podemos hablar de sus características.
Ricardo Peláez es persistente en su trabajo, inflexible en muchos de sus puntos de vista. Responsable como nadie llegando antes que el portero del estadio cuando transmitía partidos o que el operador de cabina cuando tenía programa de radio diariamente a las siete y media de la mañana viviendo del otro lado de la Ciudad.
Bueno para discutir, no siempre fácil para aceptar (¿algún comentarista tiene esa virtud?) ético para juzgar, humano para convivir, aprehensivo pero dispuesto a entrarle a los problemas y, finalmente, noble pese a sus momentos de cólera.
No es ésta una apología de la personalidad. Son las características percibidas de alguien que sí, juntó a Miguel Herrera, pero también como parte de una estructura hizo funcionar a un equipo que se había precipitado al barranco anímico, estadístico y mediático para volver a ser el odiado, el campeón, y generalmente vencedor equipo que juega de villano en una Liga que así lo necesita.
Los momentos son diferentes y la misión que tiene hoy el binomio más aclamado del momento también tiene otras características. Imposible saber si funcionarán aunque innegable es que sí funcionaron ya.
Ricardo es uno de esos personajes a los que uno quisiera le consultaran algunas decisiones que hoy aquejan a nuestro futbol. Tiene la perspectiva de jugador mundialista, crítico en los medios y después directivo. Habrá sido capaz de tomar lo mejor de cada actividad para entender todo desde los más diversos ángulos. Tener pues, la virtud de acumular sabiduría en vez, como muchos, de simplemente mutar.
Se le va a extrañar en un sitio al que probablemente regresará.
Por lo pronto, se cierra un breve y exitoso ciclo. Tiempo es de abrir otro.
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