Querido José Ramón:
Con tu anterior columna en CANCHA me hiciste un regalo entendiéndolo por lo que produce: una sorpresa agradable.
No toqué ninguna puerta en particular. Tal vez mis inquietudes tocaron todas al mismo tiempo. Qué agradable que la más inesperada de todas se abriera para poner más ideas en la mesa: hacer un diagnóstico de la actividad a la que nos dedicamos.
El paso de los años da lo que la juventud no tiene: perspectiva de las cosas.
Con ella, hoy puedo decir abiertamente que he sido feliz y he tratado de abrir bien los ojos para aprender de todos los lugares por los que he pasado. Uno de ellos, el que compartimos durante 16 años. Otro, en el que directa o indirectamente llevo ya 10.
Cito la referencia de tiempo sólo para dimensionar que nunca, ni en Imevisión, ni en TV Azteca ni en Televisa ni en Grupo Reforma he sido invitado, condicionado u obligado a decir nada que no piense. Parte del mérito lo tendrán mis padres. Otra, lo que lograste durante todos esos años: evitar que las presiones que intuyo aparecieron cuando el futbol empezó a ser parte de la empresa, llegaran al micrófono.
Cada quien -hablo de mi feria que no necesariamente es la única- fue ejerciendo la misma libertad de expresión de siempre.
En esta última década me he sentido a gusto. Hasta dónde ha llegado mi opinión, mi capacidad, mi inquietud, he sido totalmente respetado y apoyado por Televisa. No me ha enseñado ninguna garra.
Mi campo de acción es un canal de nicho, como el tuyo, que lucha diario por ganar audiencia con mayores o menores presupuestos. La televisión restringida, por cierto, alcanza ya a casi la mitad de la población del País y tiene distribución internacional. No es un potencial deleznable. Sí es opción.
Los países evolucionan y el nuestro por lo tanto, también. Hay cosas que están en nuestras manos y otras que no. Y cada una tendrá diferentes interpretaciones. ¡Si con nuestras opiniones combatiéramos la pobreza, la corrupción, la inseguridad, la injusticia!
Seguro que tú y yo queremos un mejor País. Luchamos diario por ello, cada quien en su trinchera para cambiar la pregunta "¿qué país le dejaremos a nuestros hijos?" por otra mejor: "¿qué hijos le dejaremos a nuestro País"?
El debate es necesario. Más allá de los chismes futboleros del día, tenemos más preguntas que respuestas. ¿Nos quedamos con ellas, esgrimimos verdades por imposición o abrimos la mente para aportar formalmente a nuestro oficio?
Hoy es una inquietud que busca eco para tomar forma. Fuiste mi jefe pero eso suena muy organizacional. Fuiste mi gran maestro como pocos -tres- tuve en mi vida profesional en la extensión de esa maravillosa palabra. Eso suena mejor.
Fuera de camisetas, pregunto abiertamente: ¿Lo asumimos? ¿Quién más estaría dispuesto? ¿Reunimos ideas? ¿Hace falta? ¿Queremos? ¿Podemos? ¿Haría bien?
Goethe dijo en "Fausto" que no es el error sino la inactividad lo que hace fracasar al hombre.
Ojalá que nuestro oficio, con nosotros adentro, sepa vencer sus retos.
fjgonzalez@reforma.com
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