Es indudable que en nuestro futbol, por obra y gracia de su sistema de competencia, no siempre se corona como campeón el equipo que mejor juega.
Entre muchos campeones "simplemente reglamentarios", algunos lo han sido con más o menos méritos que otros, y la mayoría de ellos con un futbol no muy digno de ser recordado.
Hace seis meses, la Liguilla adquirió otra dimensión cuando con todo merecimiento se coronó el América en la que quizá sea la Final más dramática en la historia del balompié mexicano.
Y ahora lo que reconforta es que se haya levantado con el título de campeón un equipo que juega como lo ha hecho el León, con esa indeclinable defensa de su vocación ofensiva.
Porque a diferencia de otros campeones solamente reglamentarios, más o menos meritorios o de plano "de panzazo", este León de Gustavo Matosas es un campeón ejemplar, brillante, memorable.
Como lo fueron en su momento aquel Toluca de Enrique Meza o el Monterrey de Víctor Manuel Vucetich.
Ahora, con este flamante y ejemplar campeón esmeralda, entre otras cosas vuelve a demostrarse que en el futbol se puede jugar bien y "bonito", se puede ofrecer un agradable espectáculo y al mismo tiempo cosechar puntos y ganar títulos.
Ojalá cundiera el ejemplo, empezando por los regiomontanos lares, en donde hoy por hoy los Tigres parecen contar con lo necesario para seguirlo, y en cambio el Monterrey se encuentra lejos de hacerlo, según lo confirma el imperdonable fracaso rayado en tierra marroquí.
¿Será que se agotó la posibilidad del Profe, que ya es hora de olvidarse de los "alumnos lavolpistas" y mejor reencontrarse de una vez con el Maestro de todos ellos?
Será lo que sea, pero el caso es que tanto los Tigres como el Monterrey deberían proponerse seguir el ejemplo esmeralda del profundo respeto por el buen juego como primer paso para aspirar a la obtención de títulos.
A ver qué tanto se lo proponen.
@rgomezjunco
gomezjunco@elnorte.com
|