Es una pena que Miguel Herrera se haya ido del América rompiendo vidrios en su penúltima conferencia de prensa: fue un piojo en cristalería.
Y que Gustavo Matosas haya tenido, dentro de un discurso impecable, un lunar de mal gusto: empezar a negociar su contrato -vigente según él mismo lo dijo- "porque se cumplieron todos los objetivos".
Las emociones que se suceden después de ganar o perder una Final por el título son atenuantes al discurso perfecto, al que se ve con otros ojos, los de la prensa que no hace su tarea, según el propio Miguel. Las pulsaciones son menores en quienes somos testigos con obligación de emitir un juicio y de informar lo que según esa propia óptica sucede. Seguramente hay más cordura para opinar al no ser parte de lo que estuvo en disputa.
Con esa tranquilidad emocional podemos ver cosas diferentes. Ni mejores ni peores, sólo diferentes. Y una de ellas es que este juego tan maravilloso que nos ofreció una Final por momentos trepidante e incierta, es superior a las emociones mundanas de falta de tacto, conveniencia o repartición de culpas de cualquiera de sus integrantes.
De las pocas verdades que habrá dicho Maradona en sus años críticos, sobresale aquella de que "la pelota no se mancha". Las conciencias sí, las ofuscaciones también. Pero el instrumento que simboliza y hace posible al propio juego, permanece lejos de intereses. Bota para el que mejor la conduce, se mete al arco al que fue dirigida y no sabe traicionar: su alma no sabe siquiera que significa eso.
Así pues, León ganó con un global exagerado en proporción al número de llegadas de uno y otro lado en ambos partidos. Exacto, de acuerdo a la medida más válida en el futbol, que es la de la eficiencia: marcó en los momentos puntuales que apagaron la ira de un rival calificado y herido que nunca perdió el orgullo. Ni siquiera cuando supo que ya había perdido.
La construcción del León en año y medio es admirable y merece consistencia. Su gestión ha sido acertada, paciente y exitosa. De la Final en que consiguió el ascenso, siete jugadores jugaron ayer en algún momento del partido. Ha sabido descartar poco y mantener mucho, aún con un semestre pasado marcado por la desilusión.
América volvió a encontrar un camino brillante. Dos años con logro mínimo de Semifinales. Ahora llegó menos fuerte a la etapa decisiva. Ganó uno de los seis partidos que jugo en Liguilla. En el torneo anterior venció en cuatro.
Vendrá el 2014 con Antonio Mohamed al frente. Las Águilas seguirán siendo espectaculares y ganadoras. Herrera lo hizo bien pero merecía un adiós generoso en lo verbal.
Se disculpó porque es leal y aprenderá. Necesita hacerlo porque el Mundial es cosa más sería y hay comportamientos inaceptables.
Gracias a ambos por una Final como esta.
fjgonzalez@reforma.com
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