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No hay héroes
Mario Castillejos | 01-11-2018
en CANCHA
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Los maleficios históricos del Cruz Azul, las extrañas conjuras astrales del Monterrey, altares de muertos, noche de brujas, una Copa despreciada por muchos, el elixir de la juventud y, todas la superstición que usted pueda imaginar, se enfrascaron en una noche que al final terminó siendo de ensueño para el hoy campeón de la Copa MX, Cruz Azul.

Ambos, amantes de los trazos frontales, de la línea recta, la pelota aérea, de conducciones en vertical y, renuentes al apapacho del balón, planearon su fórmula de gol en pares: Pabon-Funes Mori, Elías Hernández-Caraglio. Y atrás de ellos, otro par (este de chavales): Lajud-Rodríguez por Rayados y, Alvarado-Misael Domínguez por Cruz Azul.

Monterrey arrancó con rebeldía y, posesionado en terreno rival, ahogó durante los primeros 25 minutos las ideas de la visita. Pero Cruz Azul fue paciente, frío, jamás mostró miedo, siempre en espera del olfato depredador de Hernández que, de repente, se topó con una pelota a modo dentro del área rayada y, sin miramientos, la colocó adentro de la portería de Carrizo, en la primera y única oportunidad que tuvieron en toda la primera mitad.

Al regreso del vestuario, los de Caixinha lejos de replegarse en la trinchera para desde ahí aguantar la ventaja, salieron con la firme intención de ampliarla y, en una triangulación de memoria, concretaron el premio. La ruta del segundo gol pasó por las siguientes escalas: Alvarado a Elías, Elías a Cauteruccio que, con el marco a su merced, plasmó para la historia el tanto que selló el título.

Rayados terminó quemando las naves. El tiempo y los goles recibidos obligaron a Alonso a correr la última apuesta que en su planeación hubiera querido: si vas perdiendo por dos goles, es lo mismo que sea por tres. Metió a Pizarro y Hurtado, dos figuras que a lo largo de estos meses no han figurado. El resto del juego se fue en trámite. Cruz Azul no sufrió y Rayados sudó en vano.

El proyecto que maquiló Ricardo Peláez ya concretó su primer logro y, a la vez, mandó un claro mensaje al resto de sus contrincantes: también voy por la Liga.

Con Pablo Aguilar, éste Cruz Azul escenifica los añejos recuerdos del capitán Alberto Quintano, mientras que Cauteruccio y Caraglio, los de Muciño y López Salgado. Elías se asemeja a Eladio Vera y, el joven Alvarado transpira algo del aroma de Cesáreo Victorino. El tiempo dirá el resto.

Y al pie del Cerro de la Silla, al Monterrey no hay mucho que reclamarle. Perdieron con los mismos muchachos que llevaron al resto de sus compañeros a la última instancia. Jugaron los que mejor lo están haciendo, independientemente del reglamento de menores.

Pero la pregunta es: si los chavos no aparecen como héroes, ¿quién de los experimentados se va a atrever a resolver los partidos importantes? Hay figuras que no han figurado. O, dígame usted, ¿cómo escribo una epopeya cuyo héroe se da la vuelta ante las puertas de la batalla?

En el Monterrey no hay un maleficio. En Rayados, lo que no hay, es héroes.

PD. Los campeones no están hechos en el gimnasio. Los campeones están hechos de algo que tienen en su interior, un deseo, un sueño, una visión. Muhammad Ali.

Lo escrito, escrito está.

 
Twitter: @castillejos_m
 
 
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