Es absurdo discutir sobre el rendimiento de los "europeos" frente a los que permanecen acá.
¿Sobre qué bases se puede comparar el desempeño de Carlos Vela allá y los méritos de Oribe Peralta en Santos?
¿Cómo se puede ser justo respecto a los méritos de uno y otro en Selección Nacional con tan distintas circunstancias? Es que nos empeñamos en decidir entre el blanco y negro. Se nos olvidan los grises. ¿Cuál es el valor que rige el mercado entre Oribe y Vela? Imposible definirlo. Obvio, Europa marca la pauta en los precios internacionales, pero no quiere decir en lo absoluto que Oribe pueda valer menos. Simplemente, por razones muy distintas, no están en el mismo lugar. Es más, no juegan a lo mismo.
No importa, aunque fueran exactamente lo mismo en condiciones y posición, no podemos ni debemos, para no errar en el dictamen, comparar peras con manzanas.
Nos volvimos adictos al elogio para el que se fue. ¿Estaría brillando más Aquino con el Cruz Azul que lo que ha producido en Villarreal? Pregunta necia e impertinente. Pero la charla futbolera puede prolongarse horas por encontrar un sí o un no. Nada más equivocado.
Y es sólo un ejemplo de la necedad que acompaña cada polémica que busca y pretende rozar la verdad absoluta.
Hoy, América es el equipo más consistente, el que conoce mediante el trabajo de cada uno de sus elementos, brillantes más que otros o no en la muestra, como manejar variantes, como comportarse como un solo bloque. Por casualidad histórica, dependiente menos que nunca de sus extranjeros.
Y no será ninguna hazaña ganarle a Nueva Zelanda dos veces, pero la realidad es que la epidemia de desconfianza de quienes habían sido nominados recientemente, abrió pauta para pensar en lo peor frente a este débil equipo con el que se enfrentará la Repesca mundialista.
Se va clasificar y lo que no debe ocurrir es dejar de pensar en soluciones de fondo, replanteamientos en forma sobre honestidad, programación, calendarización, oportunidad para el talento, mejores expectativas para los formadores, situación de naturalizados elegibles más allá de lo que es permisible en asuntos de migración, y tantas cosas más.
Si la angustia de haber visto la luz blanca, no hace que cambiemos el lente, no habrá servido para nada tanto golpe de timón. Se ocupa también, crítica menos volátil, más elogio para el juego limpio, menos jugadores consentidos, directivos más capaces y entrenadores menos rutinarios.
Todos cambiemos un poco. Ya con eso.
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