Hay cosas tan claras que no merecen lo obvio. No, el equipo no encontró armonía, no hay grandes avances respecto a lo que pretendió José Manuel de la Torre. No, no hay grandes evidencias en la recuperación de la confianza y conceptos.
Sí, el equipo juega a golpe de impulso personal y los resultados son tan volubles como la respuesta del público, con la salvedad del viernes cuando todo mundo se volvió hincha incondicional ante la amenaza de la eliminación. Y sí, volvimos a ser los exigentes recalcitrantes de siempre.
Se nos olvida que en los empates y la derrota en el Azteca en esta Eliminatoria, los rivales no tuvieron gran superioridad; se dedicaron a aprovechar el desconcierto, la ansiedad y la imprecisión para lograr sus resultados históricos.
No me malinterprete. México debe arrollar con cada rival que se pare en el Azteca, sólo por peso específico en el talento en condiciones normales. No, no es conformarnos con un resultado agónico frente a Panamá. Pero es que no somos capaces de reconocer en su máxima dimensión en el intento y consecución de la chilena magistral de Raúl Jiménez, parte del encanto con el que cuenta la calidad del jugador mexicano respecto al resto de los rivales y como respuesta a estar contra el límite del tiempo, sin capacidad de reacción colectiva.
¿No ha pasado muchas veces que ese golpe de contundencia y excelencia ha estado del lado de los rivales aunque sus méritos no hayan sido muchos frente a México? Ha pasado en Mundiales y eventos trascendentes. Y en esos momentos, nos encargamos con total brutalidad y disección de hablar bien del rival y minimizar esos mismos méritos propios aunque no se hayan traducido en goles o victoria.
Otra vez nos volvimos a manifestar como fanáticos extremistas en la crítica. ¿Se recuerda alguna situación de gol de los panameños frente a Ochoa antes de su error en el gol panameño? Créame, no son ganas de ver el vaso medio lleno. Es más, creo que los futbolistas de la Selección, en promedio, han sido consentidos en demasía, saben que los técnicos van y vienen, que los plazos para estos son muy cortos, que la necesidad económica manda, y en algunos casos flotan para hacer los famosos "grupos" y dictar sentencia sobre el destino de aquellos, de quienes saben, son tan buenos o malos como su último triunfo o fracaso de acuerdo a su último encargo.
Pero el caso es que nos fascina latiguearnos ante la victoria, casi igual que con la derrota. El gol de Jiménez bien valió una noche de euforia futbolera. Ya mañana nos pondrán o los pondremos en su lugar. Hasta entonces.
jalarcon@reforma.com
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