La medianía en que navega el futbol mexicano tiene mucho que ver con su sistema de competencia.

Equipos que ni la mediocridad alcanzan durante 10 o 12 jornadas, sólo necesitan elevar un poco su nivel de juego en las últimas, para así seguir aspirando al título.

Una cosa es el bienvenido equilibrio de fuerzas prevaleciente en la Liga MX, y otra muy distinta la inconsistencia en el desempeño de los participantes.

Los tumbos que los equipos van dando entre triunfos, empates y derrotas están relacionados con ese sano equilibrio de fuerzas; tal equilibrio, que en cada jornada los más débiles son capaces de vencer a domicilio a los más fuertes.

Sin embargo, más que esa paridad de potenciales es la inquietante irregularidad en el rendimiento de jugadores y equipos lo que torna impredecible cada partido.

Cualquiera le gana a cualquiera en cualquier cancha... porque de ninguno se sabe qué tan bien jugará.

Mediocridad e inconsistencia premiadas por un sistema de competencia que les permite meterse a la liguilla por el título a equipos que durante 17 jornadas navegan cómodamente en la medianía.

Y tampoco hay mayor problema para esos cinco o seis que lejos de apuntarle al título cada año le apuntan solamente a eludir el descenso, porque ahora pueden pagar con lana lo que dejen de hacer en la cancha.

Es decir, que se premia la mediocridad entre aspirantes al título, pero también entre aquellos equipos que sólo aspiran a no descender, algo que cambiaría por completo si en cada torneo clasificaran a la Liguilla solamente cuatro o cinco; y si cada año descendieran, en serio, los dos peores.

Sería ése un sistema de competencia que promoviera, aunque fuera un poco, la búsqueda de la excelencia; y no el sistema solapador de mediocridades que por desgracia prevalece desde hace tanto tiempo.

Pero si lo que hacen es promover la mediocridad... después no se quejen con la que existe.

 
 
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