Me rondaron en la cabeza cualquier cantidad de temas futboleros: la Champions y su nivel de intensidad tan admirable, la nueva lista de Vucetich y las probabilidades contra Panamá, la reveladora flexibilidad de Carlos Vela frente a un nuevo entrenador, la primera derrota americanista en una cancha tradicionalmente difícil para el campeón, la dramática y persistente vulnerabilidad de Pumas y Chivas, la mediocridad del Cruz Azul o la soberbia y discreta campaña de Morelia.
Pero, entre los temas futboleros, me quedo con la privilegiada época presente para poder ver en 24 horas las jugadas virtuosas de Ronaldo y Messi, dos de los más grandes 15 futbolistas de la historia, digo, para no polemizar.
Pero voy a ocupar más líneas en ese acorazado de la velocidad en la que se ha convertido Luis Rivera y su compás de piernas que ha hecho historia. Leo que volvió a la universidad después de sus hazañas, y sin pedir aplausos, ofrenda sus triunfos como ejemplo para los nuevos deportistas de México, hagan lo que hagan. No pide que lo reciba el Presidente, aunque lo merezca, ni pide becas ni saca resentimientos por una preparación que en gran medida corresponde a su esfuerzo y familia.
Pasan los días y sus días no cambian. Puede ser que le falta el peso de los medios y la incomodidad del acoso, para empezar a hacer las muecas razonables ante la falta de privacidad para la que no sabemos si se preparó. Pronto le caerán los comerciales y las conveniencias, los habrá ganado. Lo importante es que siga entrenando y de paso capitalice algo de lo que merecen los logros tan sobresalientes y contra la lógica de la antropométrica nacional.
Pero de eso se trata precisamente su mérito: saltos grandes y atención pequeña del entorno. Un bronce mundial que vale lo que el oro de Soraya o la plata de Ana Guevara, con respeto dicho y sin sacrilegio. Es la verdad.
Luis tiene un reto muy grande: seguir saltando tanto sin tocar la cuerda floja de los patrocinios y el acoso mediático. Disfruto que disfrute su momento sin agrandarse. Es un discurso congruente y una sonrisa consistente la que reflejan su tremendo e inaudito éxito.
Celebremos a los que como Luis, no pidieron nada para llegar, ni piden nada para quedarse y ser reconocidos. Visualizar el triunfo y trabajar para ello en el lugar donde nadie había esbozado siquiera una huella, será para siempre su gran legado. Los pioneros son así, basta el primer paso, lo que venga está de más. Pero no te canses, admirado Luis. Sólo por ti y tu familia, el orgullo que nos haces sentir es gratis.
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