Las sensaciones que tuvimos con el triunfo de la Selección el domingo invitan a seguir ahí.

El Mundial le ha ofrecido a varios equipos consagrados un inicio difícil y a los aspirantes eternos, una probadita de gloria.

Y entonces, con el ambiente oliendo todavía a pólvora por los cohetes lanzados, se aproxima el siguiente partido. Un reto diferente al anterior por una simple razón: ahora el Tri es el que juega de favorito.

Existe una leyenda, no tan bien fundamentada, de que México suele rifársela contra los adversarios superiores y se mimetiza con los de menor tamaño.

Por eso vienen a la memoria las derrotas contra Estados Unidos en 2002, el empate contra Angola en el 2006, la igualada con Sudáfrica en 2010 y muchas más de ese estilo a través de la historia. Juegos que deberían haberse ganado... y no sucedió.

Claro que también se han dado las situaciones contrarias: esa victoria contra Brasil en la Confederaciones de México y otra en Copa América, el empate a cero contra el Scratch en su propia Copa del Mundo, el triunfo sobre Francia en Sudáfrica, o contra Checoslovaquia en el 62.

Son pocos ejemplos los que vienen a la mente para reforzar esa idea, pero mas allá de las percepciones -verdaderas o falsas- algo es innegable: ha faltado consistencia.

Este sábado, contra Corea, tendrá la Selección una gran posibilidad: jugar como favorito tras ganar cuando no lo era como contra Alemania.

Por antecedentes, calidad y brillo en la primera actuación, está claro que son dos equipos de diferente calidad. El Tri entonces pasa al centro del escenario y ha de tomar el balón para que todos veamos su desempeño.

Lo hará frente a un equipo correoso, que tiene varios jugadores exportados a Ligas importantes de Europa y que además se va a jugar la vida porque ya se cansó de jugar Mundiales para que no pase nada.

Salvo su Copa del 2002 en la que llegó a Semifinales con un equipo en estado de gracia y arbitrajes que le soplaron a favor, no ha ocurrido nada con el futbol de un país que está de moda en Asia por su modernidad, apuestas innovadoras y nueva apariencia.

Si logran o no dar el paso, es problema de ellos.

El de México consiste en convencerse a sí mismo que después de dar el paso más grande, más importante y más espectacular que se recuerde en una Primera Fase, le toca avanzar un casillero y sumar su sexto punto en dos partidos que le den rumbo hacia el primer lugar del grupo.

Con rotaciones o sin ellas, con un plantel que se cotiza en la vitrina mundialista para dibujar futuros y un país futbolero que espera otra gran actuación, llega el sábado con una cita trascendente en el calendario.

Tiene todo para que las cosas sigan cambiando a favor.

 
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