Esta Copa del Mundo ha servido, entre otras cosas, para volver a exhibir a una vergonzosa parte de nuestra sociedad.

Futbolera, pero también agresiva, patriotera, machista, retrógrada.

Si se equivoca Juan, castigan a Juana. Si el error lo comete Luis Roberto, es con Paola con quien cobardemente se ensañan.

Patéticos ejemplares que, ofendiendo a las mujeres, desahogan sus frustraciones amparados en el anonimato de las "emparejadoras" redes sociales.

En el ámbito futbolero, reptando en esas mismas redes, deleznables especímenes de similar ralea están entre quienes nos exigen a muchos "que nos disculpemos" con Juan Carlos Osorio por haber criticado su labor como director técnico tricolor. E incluso gente supuestamente pensante se une a esa exigencia, como si nos hubiéramos equivocado al decir que la Selección Mexicana jugó mal durante dos años, como si la magnífica demostración futbolística del domingo pasado no confirmara lo que puede y debería jugar siempre el máximo representante de nuestro balompié, como si no fuera esta excepcional generación de jugadores la principal merecedora de "disculpas" de parte de quienes nunca han creído en ella; y como si, además, la crítica incisiva pero respetuosa no fuera ingrediente esencial del periodismo futbolero bien ejercido.

Con el futbol de por medio, la escasa capacidad de raciocinio suele reducirse hasta desaparecer en este México lindo y querido.

"Obligado a nadar sin ver la orilla, laberíntico flotas en tu afán, y contigo no valen circo y pan, mientras tengas futbol y la tortilla" (mejicoesdruxulo.com).

El futbol como incomparable válvula de escape, pero también como distractor y como pretexto para sacar lo peor de cada quien.

Si a esa nociva parte de nuestra sociedad históricamente se le ha ofrecido el futbol que se merece, los jugadores mexicanos que estuvieron en la cancha de Moscú merecerían un mejor País. Y ustedes, estimados lectores y queridas lectoras... ¿cómo y con qué colaboran para construirlo?

 
 
Twitter: @rgomezjunco