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¿Será el principio del fin?
José Pablo Coello | 12-06-2018
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Tras la derrota ante Filadelfia en el Super Bowl LII, la organización de los Patriotas de Nueva Inglaterra ha tenido que navegar a través de aguas inusualmente turbulentas. De entrada, la primera noticia después del doloroso descalabro en Minneapolis, fue el regreso de Josh McDaniels tras haberse echado para atrás de su compromiso para dirigir a los Potros de Indianápolis. Y si bien es cierto que para convencerlo seguramente tuvieron que mejorar sus condiciones salariales y prometerle un rol más activo como mano derecha de Bill Belichick, lo cierto es que haber logrado que se quedara es una muy buena noticia para el equipo.

Sin embargo, a partir de ese momento, las malas noticias y los rumores de inestabilidad al interior del plantel parecen haberse multiplicado. Figuras fundamentales como Danny Amendola, Nate Solder y, por supuesto, Malcolm Butler, dejaron la organización y firmaron contratos multimillonarios con otros equipos. A la salida de algunos de ellos, siguieron declaraciones controversiales en torno a la decisión de Belichick de haber sentado a Butler en el Super Bowl contra las Águilas.

Recientemente, las ausencias de Tom Brady y Rob Gronkowski en las sesiones de entrenamiento voluntarias organizadas por el equipo, fueron causa de controversia y hasta se llegó a señalar que Nueva Inglaterra habría estado buscando cambiar a su estelar ala cerrada. Mientras tanto, el receptor favorito de Brady, Julian Edelman, fue suspendido cuatro encuentros por violar la política de sustancias prohibidas de la NFL. Estos dos últimos casos agravaron la tensión existente entre Bill Belichick y el entrenador personal de Brady, Alex Guerrero.

Los Patriotas han conseguido mantenerse durante un periodo inusualmente largo como un equipo contendiente, y en buena medida, todo se debe a la gestión de un entrenador en jefe que hace las veces de gerente general y que siempre ha tenido la última palabra en las decisiones de carácter deportivo.

Hoy, la autoridad de Bill Belichick podría haberse debilitado, gracias al rol protagónico de Tom Brady y a su relación cercana, casi fraternal, con Robert Kraft, así como a la inesperada derrota en el Super Bowl más reciente.

Falta ver si Belichick, Brady y Kraft son capaces de seguir poniendo por delante los intereses del equipo y si logran librar esta crisis, que de cara al final de su estancia en sus respectivos puestos, podría poner el riesgo la continuidad de uno de los proyectos más exitosos en la historia del deporte profesional.

 
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