El apellido Vucetich aparece en estos días cientos de veces en los buscadores de internet. Las menciones están en todos los idiomas y proceden de los lugares más recónditos. El cambio en la dirección técnica de la Selección Mexicana de futbol ha sido objeto de atención en el mundo de los medios.
En esas listas hay menos menciones para otro Vucetich, paradójicamente más internacional que el entrenador.
Las raíces de esa historia se ubican en lo que hoy es Croacia, entonces territorio del imperio austrohúngaro. Desde allí ese Vucetich emigra a Argentina con sus padres, con poco más de 20 años. Al puerto de Buenos Aires llega en 1882 con el nombre de Iván y luego, al nacionalizarse argentino, lo cambia por Juan.
¿Quién no ha visto en una película, o en una serie como CSI, a los peritos registrando el lugar del crimen en busca de huellas dactilares? ¿Quién no ha leído una noticia que reporta al autor de un homicidio basado en esos hallazgos?
¿Quién no ha tenido que dejar sus dedos manchados en tinta para obtener un documento oficial?
En 1892, en un pueblo de la provincia de Buenos Aires llamado Necochea, Francisca Rojas fue hallada en su humilde casa herida en el cuello con un cuchillo. Junto a ella, degollados, sus dos hijos pequeños. Su marido se había marchado poco antes amenazando llevarse a los niños. Todos los indicios (y la tortura) lo marcaron como el culpable del ataque. Pero, un detective de la policía provincial pudo dar con el filicida. Un cuchillo de cocina y dos pedazos de madera ensangrentados con las huellas de una mano fueron las evidencias que condenaron a Francisca.
Fue la primera vez que se usaba para descifrar un asesinato el método que Juan Vucetich bautizó con el impronunciable nombre de icnofalangométrico y que hoy se conoce mundialmente como dactiloscopía. La definió en sus escritos como "la ciencia que trata de la identificación de la persona humana por medio de las impresiones digitales de los 10 dedos de las manos".
El emigrante croata, instalado en la Policía y sin conocimiento científico previo, había consagrado sus días a perfeccionar anteriores estudios que determinaban que las huellas dactilares eran únicas e individuales. Encontró cuatro estructuras que se repiten en las figuras de los dedos y, además, creó los instrumentos que aún hoy sirven para recabar esos datos. Fue famoso en su tiempo, viajó a India y China a enseñar su hallazgo y no quiso cobrar ni un peso de honorarios (los chinos le condecoraron a cambio). Poco a poco los países fueron descartando otros métodos existentes y adoptando el suyo a partir de 1904 en lo que es hoy un procedimiento universal, que no solo ayuda a la criminalística sino también facilita el registro de la identidad de todas las personas en cualquier país.
Víctor Manuel Vucetich, el llamado "Rey Midas" mexicano, tiene ahora un gran reto por delante: rescatar al Tri de su falta de identidad y dejar marcada su huella para siempre.
Casualidad o no, su padre era argentino y el de Juan se llamaba Víctor.
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