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¿Un salto al vacío?
José Pablo Coello | 10-04-2018
en CANCHA
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Todo parece indicar que entre cuatro y cinco mariscales de campo serán seleccionados en la primera ronda del Draft de la NFL, el próximo 26 de abril. Y aunque el orden y la selección exacta en la que serán reclutados es todavía una incógnita, es un hecho que al menos cinco franquicias apostarán fuerte para buscar asegurarse un lugar entre los equipos contendientes al título de cara a la próxima década. Y aunque todavía podría haber algún cambio de última hora en el orden de selección, no sería raro que Cleveland, Gigantes y Jets tomen un mariscal de campo, algo que no ocurre desde 1999, cuando los Browns, Filadelfia y Cincinnati pusieron su futuro en manos de Tim Couch, Donovan McNabb y Akili Smith respectivamente.

Nadie puede discutir que Josh Rosen, Sam Darnold, Baker Mayfield, Josh Allen y Lamar Jackson son cinco grandes prospectos. Todos tienen virtudes y debilidades, y, por lo tanto, no hay unanimidad de opiniones en torno a sus posibilidades de triunfar en la NFL, ni mucho menos a cuál será el orden en el que terminen siendo escogidos. Lo que es un hecho, es que, si atendemos a la historia, más de uno terminará siendo un fracaso y hará quedar mal a quienes hayan decidido utilizar una posición de privilegio en el Draft para tener el derecho a contratarlos.

Y es que, aunque parezca mentira tomando en cuenta el valor que tiene una primera selección y la importancia de la posición de mariscal de campo, los evaluadores de talento han cometido una larga lista de errores a través del tiempo.

Ahora bien, si nos basamos en el nuevo contrato colectivo de trabajo, el incentivo para que los equipos apuesten a encontrar a su mariscal de campo del futuro con una selección de primera ronda, se han incrementado de manera sustancial. Si los scouts aciertan y el jugador en cuestión termina respondiendo a las expectativas, la organización tendrá ante sí un futuro promisorio, con la ventaja de poder pagar un sueldo por debajo de su valor de mercado durante los primeros cinco años, lo que a su vez les dará flexibilidad para armar un plantel competitivo. Tal es el caso de escuadras como Los Angeles y Filadelfia, que gracias a la calidad y a los bajos sueldos de Jared Goff y Carson Wentz, han pasado a ser contendientes al título en tan sólo un par de años.

Si en cambio, la decisión resulta ser equivocada, el costo económico es relativamente bajo y después de cuatro años (en el peor de los casos), el impacto se reduce a cero. Todo esto, sin tomar en cuenta los ingresos por ventas de boletos, jerseys y memorabilia que una primera selección genera mucho antes de jugar su primer partido.

Así las cosas, dueños y directivos tienen la ventaja de tomar riesgos mucho más calculados, y con consecuencias mucho menos costosas que en años anteriores. Ya veremos quienes aciertan y quienes se equivocan, y qué tantos integrantes de la clase 2018 de mariscales de campo, terminan trascendiendo como profesionales en la NFL.

 
 
Twitter: @JosePabloCoello
 
 
 
 
 
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