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La Dominguera
San Cadilla | 18-03-2018
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Buen viaje, Cheque
 
Los hijos deben sepultar a los padres, no los padres a los hijos.

Eso es lo que se dice ante el dolor por la partida de alguien que apenas comenzaba a vivir, ya sea niño, joven o adulto.

Hace 29 años nació en Los Mochis, Sinaloa, un niño que desde las calles de su barrio comenzó a tomarle gusto al deporte, concretamente al futbol.

Anotar goles era lo suyo: ser un delantero que buscaba las redes enemigas.

Ese era el joven Ezequiel Orozco, quien vio la luz de su primer día el 23 de noviembre de 1988 y desde entonces su paso por la vida estuvo lleno de pasión, energía y positivismo.

Esa persistencia llevó a Cheque a debutar a los 19 años en Primera División, con el Necaxa, el equipo que vio en él sus cualidades para ser un hombre de área.

Con los Rayos jugó en su primer año, anotó un gol en el Estadio Azteca contra el América y en 2009 fue transferido a los Jaguares, en donde tuvo más actividad.

En Chiapas se caracterizó por ser un extremo izquierdo rápido, con profundidad y de buena pegada de zurda; el destino le llevó a meterle otro gol a las Águilas en el Azteca, pero ahora como jaguar. En total metió 6 goles ese año.

Volvió a los Rayos en 2010 y ahí consolidó su carrera, con 66 partidos y 7 goles en tres años.

La apertura de registros sin límite para jugadores importados llevó a Cheque, como a muchos otros, a buscar refugio en el Ascenso MX.

De pronto apareció una lesión muscular que no le dejaba y se fue negociado al Atlante, donde jugó 7 partidos y marcó otros 2 goles.

Los Murciélagos, el equipo de su ciudad, lo contrató para convertirlo en un delantero importante en la división, sin embargo, malestares respiratorios le complicaron los entrenamientos.

En la temporada del Clausura 2016, dolores extraños para un atleta alertaron más allá de lo normal al médico del equipo. La recomendación fue realizarse estudios.

"Me hicieron una biopsia", recordó en una entrevista. "Me hice exámenes médicos y el especialista me dio el resultado, no por escrito ni en expediente alguno. Me lo dijo directamente: 'Es cáncer'.

"Lloré, me agarré de mi hermano, que me acompañaba, y a partir de ahí lo acepté tal y como era. Me agarré de mi fortaleza, de ser alguien positivo".

Orozco tenía contrato con el equipo sólo por seis meses más, pero desde que supo el diagnóstico se fijó el reto de luchar contra la enfermedad, un cáncer de pulmón que luego se trasladó a los huesos.

"Desde ese momento dije: 'Tengo que salir de esto, porque no soy ni el primero al que le pasa ni el último tampoco'. A partir de ahí en cada amanecer le di gracias a Dios por darme la oportunidad de vivir un nuevo día".

En noviembre de ese año se dio a conocer la enfermedad: los Murciélagos y el Tampico Madero organizaron, en la última fecha del torneo, un homenaje que sería su despedida del futbol, aunque él siempre tuvo la convicción de que volvería.

Ezequiel salió con su número 9 en la camiseta y con gafete de capitán: sólo jugó un minuto, al tener pocas fuerzas en las piernas. La reacción viral en las redes sociales desató una carretada de apoyo de clubes, futbolistas y personajes del medio que deseaban canalizar apoyo para los gastos de su terapia y tratamiento.

El hashtag #FuerzaCheque se viralizó no sólo en México, sino afuera.

El delantero, con varios kilos menos y los efectos de las quimioterapias en su cuerpo, sólo tocó dos veces el balón en ese último juego, pero en el último toque casi perdió la vertical y su compañero Hilario Tristán lo ayudó a mantenerse en pie, pero Orozco se lastimó la columna.

Cheque salió en medio de aplausos, abrazos y llanto de algunos compañeros que se conmovían ante su voluntad por seguir adelante. Pocos meses después, perdió la capacidad para caminar.

Los Murciélagos le extendieron el contrato y en las redes desató una fuerte convocatoria para organizar juegos a beneficio del futbolista.

Varios seleccionados nacionales y clubes ofrecieron su ayuda. El América, víctima de sus goles en su plenitud, de inmediato tomó la palabra para un duelo amistoso a beneficio en Los Mochis.

Jugadores como Christian Giménez, Moisés Muñoz, Javier Hernández, Guillermo Ochoa, Oribe Peralta, Andre-Pierre Gignac y muchos más se sumaron al apoyo con subastas de ropa o equipamiento.

"No dejaré de luchar hasta quedar sin rastro de esto, volver a estar bien físicamente. Esto para mí es como un partido de 90 minutos y no se termina hasta que se termina. Hasta que no pite el árbitro, no me voy a rendir", insistió Orozco, en diciembre, 17 kilos abajo de su peso y sobre una silla de ruedas.

Ese silbatazo final llegó el viernes. Ezequiel cerró los ojos al terminar su partido más férreo y se retiró a descansar en un vestidor celestial, tras dejar su camiseta de guerrero, sus zapatos de juego, su olfato goleador, su amor al balón y su última gota de sudor por el deber cumplido.

El cáncer lo derrotó en lo físico, pero su voluntad por disfrutar cada instante en el terreno de los vivos lo hizo salir con la frente en alto y la dignidad de quien ganó por goleada el corazón de todos.

Descansa en paz, Cheque.

Diste tu mejor y más grande juego.

 
 
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