El profeta hacía un acto de reflexión sobre los males que aquejaban a su sociedad.
Habló del mal de la conveniencia, la ética, el bien y la vida después de la vida, en la que se pagaría cualquier cuenta pendiente del alma. "No le quites los ojos al dedo del profeta", era la recomendación para los elegidos oyentes.
El problema es que, en efecto, algunos nada entendieron porque miraron con estupor el dedo del profeta, y no los lugares a los que estaba señalando. Así, la verdad resulta de creerle al que lo dice y no de que aporte elementos para saberlo verdadero. Un dogma de fe.
El futbol mexicano se ha acostumbrado a que lo que está mal se perciba como que está bien. Pero también, que el prejuicio dependa de quien lo diga.
Los presupuestos de varios equipos reciben ayudas estatales o municipales con tal de tener un espectáculo para sus habitantes que les dé visibilidad a los gobernantes, ediles y similares.
Es un juego de valores entendidos que no porque históricamente haya sucedido en muchos lugares, hace que el problema sea menor. Todo lo contrario: lo hace mas grande que se convierta en un hábito que no molesta a la vista.
Tiene su complicación separar del "Tuzogate" las filias y fobias. Las buenas obras de su proveniencia y origen, hoy a la intemperie sin que haya justificación.
Se anuncian revelaciones, la madre de todas las batallas, la recordación de recordaciones y los ánimos de encono que quieren convertirse en tregua.
¿Pero qué tal si es el inicio del fin de la multipropiedad, el dinero público en manos privadas, -más allá de los estímulos fiscales, que son otra cosa- y la opacidad del destino de recursos? ¿Y si ayuda a buscar la salud ética y financiera del futbol mexicano, para que que quienes veamos el dedo del profeta distingamos el contenido del continente?
La ignorancia o la ausencia de sensación de que se comete una falta no exime de la pena.
No es por afinidad. Es porque nos cuesta mucho trabajo ver las cosas con la claridad que irradian.
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