La mayoría de los equipos juegan lo que pueden, y muy pocos lo que deberían jugar.
En todos los niveles hay un insuficiente aprovechamiento del material con el que se cuenta; equipos cuyas capacidades individuales no se reflejan cabalmente en el juego desplegado como conjunto.
Si sólo de planteles se tratara, nadie podría competirle al actual Real Madrid, por ejemplo; o al Barcelona, o al Bayern; y sin embargo les compiten.
Por eso también los Pumas aspiran a competirle al América; y los Tigres y el Monterrey no arrollan a pesar de contar con los mejores planteles.
Porque la eficiencia colectiva no es la simple suma de la calidad de cada uno de los futbolistas de un equipo.
Algunas veces es instintivo el entendimiento entre determinados jugadores, pero ese instinto futbolístico se alimenta a fuerza de jugar juntos.
Por ser tan obvio, sale sobrando decir que Lionel Messi no sería lo que es ni hubiera alcanzado su incomparable nivel de juego si no hubiera crecido y jugado en el Barcelona.
Así como Messi, cualquier futbolista amplía sus probabilidades de florecer a plenitud en la medida en que permanece en un equipo y en un entorno.
A mayor tiempo de más futbolistas en un equipo, mayor la eficiencia colectiva que éste puede alcanzar; y entre más eficiente sea un conjunto, más propicio es el cabal desarrollo de cada una de sus partes.
Lo individual y lo colectivo inexorablemente entrelazados. Quienes lo han entendido son los que mejor han jugado.
¿En cuántos equipos mexicanos se aprovecha a cabalidad el material futbolístico con que se cuenta? Cuando mucho, en seis o siete.
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