El Superman del Cruz Azul Hablar de Miguel Marín es hablar del mejor portero extranjero que ha venido a México.
El argentino pisó todas las canchas del País y, lejos de secar el pasto, derrochó vuelos, espectáculo, carisma, poder, personalidad y grandeza.
"Era un tipo de más de 85 kilos de peso, gigante, de manos precisas, pero que tenía una fortaleza de piernas que muy pocos podrían presumir, porque nadie volaba o salía como él por un balón", describió el narrador Ángel Fernández.
Gracias a sus reflejos, habilidad, visión de campo y a ese carisma que le retribuyó una gran gama de amigos.
El "Gato", como se le conocía en Vélez, pertenece a la dinastía de guardametas con el éxito enfundado en el suéter.
Río Tercero en Córdoba, suelo argentino, fue escenario de su primer llanto, en 1944. Inició su recorrido ascendente sobre los campos de futbol, desde su etapa de juegos y sueños hacia su aparición con el Vélez.
Marín exhibió sus virtudes y se estrenó con el combinado celeste, antes de partir a una efímera trayectoria en el balompié colombiano. Una introducción a la grandeza de la cual gozaría al jugar en México.
Debutó en territorio azteca en diciembre de 1971, con el conjunto que le daría las mayores satisfacciones y donde se resaltaría su depurada calidad: Cruz Azul.
"Tenía menos de una semana de haber llegado a México y el equipo debía jugar contra el Guadalajara. Ahí estaba de titular y a partir de ahí fue dueño absoluto. Para los que fuimos su suplente era estar a la sombra, pero al mismo tiempo un privilegio por lo que le aprendíamos", explicó Enrique Meza, su eterno suplente.
El "Supermán" resaltó, en su etapa de figura celeste, el tino que tuvo para llegar a la institución que con su presencia se hizo grande.
"No se puede esperar más de una carrera deportiva como la que he dado yo en México, tuve la suerte de llegar a un equipo muy bueno, a los seis meses de mi llegada salí por primera vez campeón, a la otra temporada repetimos y así tres veces consecutivas; creo que a muy pocos futbolistas se les da esa bendición", detalló Marín para Gerardo Peña Kegel.
La comunión entre Marín y La Máquina se tradujo en un cúmulo de campeonatos, en el aumento de admiradores, en un binomio ganador que consolidó a los celestes como el equipo de la década de los 70.
"Puede establecerse que Miguel Marín fue un hombre de sentimientos, jamás fue soberbio y siempre fue un líder sin pretender serlo, él guiaba a los muchachos, fue un gran compañero'', afirmó la leyenda Ignacio Trelles, uno de sus técnicos.
Cinco títulos de Liga lo erigieron como el símbolo, el súper héroe y el emblema celeste: no bebía, fumaba poco, pero tenía un vicio muy grande.
"Miguel fue un jugador que dejó gran trayectoria y enseñanzas al futbol y cuyo único vicio eran las carreras de caballos. Fue un gran amigo", reveló Carlos Reinoso, uno de sus verdugos en la cancha, pero quien también debió contener el grito ante goles evitados con las increíbles atajadas del "Gato".
EL FAMOSO AUTOGOL "Supermán" colgó a su leyenda una de las acciones más increíbles que se almacenan en la anécdota del balompié nacional.
El domingo 23 de mayo de 1976, en un partido de Liga contra el Atlante, Miguel se dispuso a despejar de mano, pero se arrepintió y, al intentar corregir, dio una media vuelta para lanzar el balón dentro de su propia portería.
"Vi a Nacho Flores para salir jugando desde abajo", explicó Marín entre risas, "pero cuando iba a pasarle la pelota lo marcó un delantero y decidí no mandársela... como ya llevaba impulso se me escurrió y se fue a parar a la red": Escribió también, sin embargo, una página amarga en su carrera, aunque ya como técnico del Cruz Azul, cuando en 1982 tuvo un problema con el árbitro tapatío Jesús Mercado.
Frente al Puebla, Mercado marcó una falta que a Miguel no le gustó y por eso se metió a la cancha para reclamar airadamente. El silbante lo expulsó, pero "Supermán" le dio un cabezazo.
La Comisión Disciplinaria dictaminó una suspensión de un año, lo que lo marginó del Cruz Azul, equipo de sus amores. Se retiró el 5 de junio de 1981, contra las Chivas, el mismo equipo de su debut 11 años atrás.
"Supermán" le cedió los guantes a Ricardo "Oso" Ferrero.
Al terminar su castigo, fue contratado por los Coyotes de Neza, equipo propiedad del Estado de México, y cuando quedó sin trabajo se fue a Argentina, donde no soportó estar lejos. Se separó se su esposa y regresó.
En sus años de gloria, comentó que tenía el deseo de formar parte del Tri. "Al futbol de este País nunca podré pagarle todo lo que me dio".
Fue nombrado entrenador de porteros y auxiliar de Bora Milutinovic en el Tri, hasta antes del Mundial de México 86.
Su último contacto con el futbol mexicano fue su colaboración con los Gallos Blancos de Querétaro, equipo al que llevó a la Liguilla por el ascenso en la temporada 90-91. En este último año asesoró a la escuadra hasta la Jornada 18, una semana antes de su fallecimiento.
Marín se fue la tarde del 30 de diciembre de 1991. Un río de lágrimas se derramó por parte de sus amigos y aficionados; dolor que fue borrándose con el recuerdo de esa alegría que daba verlo con el cabello erizado volando por la pelota, de esos comentarios suyos, apasionados, de que nunca quería perder.
Esa voz grave y bonachona, esos ojos de lince estarán por siempre aquí.
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