¿Y el presi?

 
Dicen que el que mucho abarca, poco aprieta.

En el futbol es positivo que haya buenas intenciones de algunos directivos para andar aquí y allá, pero en realidad las cosas se salieron de control el viernes en el Estadio Jalisco, cuando el Atlas-Tigres tuvo que ser reprogramado porque no pudieron subir la nueva pantalla a más de 7 metros de altura.

Sí, ya sé que van a decir que lo bueno fue que el Atlas ya no perdió esta semana, pero si no hubo derrota en el futbol, sí la hubo en la imagen ante la Liga y la afición.

Vamos por partes: Alberto Castellanos, presidente de Clubes Unidos, dejó muy claro que su prioridad no es la administración del vetusto Jalisco, lo cual no es cualquier cosa.

El maestro no apareció en el momento del escándalo. Nadie sabía de él, aún cuando el tema de la pantalla surgió de un proyecto sugerido por su administración.

Castellanos tiene también a los Leones Negros en el olvido de la pantanosa Dimensión Desconocida, donde son últimos con el proyecto de Jorge "Vikingo" Dávalos.

Con esto queda claro que Castellanos está más clavado en los temas de la UdeG que en el futbol y mucho menos en Clubes Unidos, ya que su tirada es convertirse en el próximo Rector.

A ver si ahí le va bien.

 
 
Pura pantalla
 
Con la cancelación del partido, el viernes quedó claro que la etiqueta de modernidad en la Liga MX es de pura pantalla.

Lo del viernes en el Jalisco fue la gota que derramó el vaso, pues la innovadora estructura -no se rían- iba a ser entregada el 31 de julio, pero es fecha en la que siguen atorados en ridículos monumentales.

El reparto de culpas de los directivos se enfocó en el proveedor de la famosa pantalla de 360 grados, pero hay que aclarar que, efectivamente, es de un empresa china, pero los distribuidores son mexicanos.

En realidad, ni Clubes Unidos ni la directiva del Atlas -a pesar de sostener varias juntas para ver ese tema- hicieron una evaluación real para evitar un escándalo como el ocurrido.

Gustavo Guzmán, presidente de los Zorros, se lavó las manos al decir que no era su responsabilidad, aunque en realidad sí tiene su vela en el entierro, ya que los protocolos de la Liga indican que deben tener preparado el estadio 24 horas antes del partido y todavía el viernes, con los futbolistas en cancha, le andaban jugando a los ingenieros.

El problema va para largo y es más complejo de lo que se cree, porque hay un tercero al que buscan culpar.

El fabricante de la pantalla, Lightking, les aclaró a sus clientes que no tiene responsabilidad, porque la encargada de la elevación del aparato es otra empresa, subcontratada por Clubes Unidos, la cual sería la señalada por haber quedado mal y a quien buscarán cobrarle el daño.

La pantalla no está lista y el viernes querían elevar la estructura en la que quedará instalada.

Para darles una idea, las viejas bocinas que antes colgaban del centro tenían una altura de 18.5 metros y por eso algunos porteros le atinaban en sus despejes, como el charrúa Jorge Bava, quien militó en los Zorros.

El Atlas quiere que esta nueva pantalla esté a 20 metros y no a los 7 del viernes. Imagínense que Alberto de la Torre tenía que agacharse para no le rozarla con el copete.

La UdeG tiene programado jugar mañana su último juego de la Copa MX en casa frente a los Dorados, pero el estadio está clausurado, por lo que hoy habrá juntas con Protección Civil y autoridades de Guadalajara para buscar que los dejen elevar la pantalla.

Lo malo es que ya está muy ríspida la relación entre el Atlas y Protección Civil, porque incluso hay diferencia de criterios entre peritos.

Una es la del certificador del Ayuntamiento, que avala la seguridad de las cuerdas de elevación, y otra la de la empresa que encargada de elevar la estructura.

Habrá que ver quién va a pagar la lana que gastó el Atlas, los traslados de los Tigres y las multas de la Liga.

Y como el descenso involucra a los Zorros, los técnicos de los Lobos BUAP y el Veracruz se manifestaron para que la Liga aplique el reglamento y le de los puntos a los Tigres.

Quiero ver como solucionarán esta bronca Enrique Bonilla y sus secuaces.

 
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