El doble suplicio de los tricolores de la B culminó el domingo ante la modesta escuadra jamaicana.
Suplicio para quienes tuvimos que ver las cinco pobres exhibiciones de esta Selección Mexicana en un torneo de muy bajo nivel, pero sobre todo para los propios jugadores lamentablemente desperdiciados y aventados a la cancha sin las indispensables herramientas colectivas, sin el adecuado trabajo como sustento.
Sigan inventando y rotando... y seguirán fracasando.
Porque los defensores de este proyecto encaminado hacia ningún lado, de esta barca tricolor sin timonel y al garete, podrán aducir que sólo se trató de la B, que con la A es otra cosa.
Pero la realidad, para quienes distinguimos el futbol que se juega más allá del maquillaje de los resultados, es que la B jugó tan mal como juega la A... o quizá no tanto.
Un problema sin solución alguna, porque no se reconoce como problema.
El actual cuerpo técnico y varios dirigentes una y otra vez dicen que no les gusta la palabra FRACASO, aunque FRACASAR parezca no disgustarles tanto.
No reconocer éste de la Copa Oro como un rotundo y vergonzoso fracaso, es el primer paso para ir gestando el siguiente, en este futbol mexicano de los fracasos impunes.
Nadie hace algo por corregir el rumbo, ni pasa nada si la Selección chilena te mete siete, o si la B de Alemania te mete cuatro, o si la B jamaiquina elimina a tu propia B que jugó como C en un torneo de nivel D.
Así de enquistada está la impunidad a nivel de la Selección Mexicana.
Obviamente, en este maltratado México la impunidad más grave es la otra, la sufrida en ámbitos bastante más importantes que el futbol; porque éste no deja de ser un simple juego... que muchos siguen jugando muy mal.
¿Y si mejor rotan a técnicos y dirigentes?
¿Y si los mexicanos se indignaran con los gobernantes como se indignan con los técnicos?
Entonces, dentro y fuera del futbol, otra cosa sería.
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