En territorio ruso la Selección Mexicana fue ubicada en su verdadera dimensión futbolística.
Bastó el poderío de la segunda mejor escuadra alemana para exhibir a plenitud las carencias del que se supone es el mejor equipo mexicano posible, carencias escondidas desde hace más de un año por los ampliamente favorables resultados obtenidos ante adversarios de mediana o muy pobre calidad.
Queda todavía su oportunidad de despedirse mañana de esta Copa Confederaciones con un tercer lugar que en el papel sería altamente decoroso, pero que si es conseguido con el mismo futbol hasta el momento desplegado, sólo servirá para seguir maquillando las múltiples deficiencias, para seguir engañando a los demás y engañándose a sí mismos.
Ante los alemanes, el contundente 4-1 se quedó corto para reflejar la distancia existente entre esos dos equipos; pero asimismo el futbol jugado por el conjunto mexicano está lejos de reflejar el verdadero nivel de nuestro balompié.
Ubicatessen alemán para los inflados tricolores de Osorio.
Un globo reventado un año antes de lo acostumbrado, y por lo tanto, con el tiempo suficiente para volver a ser inflado.
Sólo será cuestión de recoger el boleto mundialista ya reservado, de seguir midiéndose con rivales a modo y de seguir cacareando, con tantos paleros y porristas tan dispuestos a hacerlo, las bondades del proceso.
Si el gran objetivo es asistir al Mundial, que ya no se preocupen y duerman tranquilos; pero si aspiran a objetivos más elevados, que se preocupen mucho y dejen de dormir.
Primero, que aclaren su visión y determinen si en estos momentos, un año antes, a la Copa del Mundo de 2018 la contemplan como una cumbre propicia para ser subida... o si la ven como un abrupto precipicio.
Y después, si el cacumen les alcanza, que actúen en consecuencia.
¿Les alcanzará?
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