En el mundo globalizado que contempla el mejor futbol del mundo es requisito no sólo admirar a Cristiano Ronaldo sino imitarlo; es casi obligatorio vestir la playera original del Barsa con el 10 de Messi, ver la Final de la Champions, cantar su himno, opinar sobre la titularidad de Bale y asegurar (porque se ha escuchado tantas veces) que Buffon es el mejor arquero del mundo.
No cabe la menor duda que la Champions o el Clásico español contienen a los mejores futbolistas del planeta y para quienes somos parte de esta enorme industria, que rodea el deporte y espectáculo más popular del mundo, es materia obligada seguir con gran atención esta clase de partidos. Sólo que para nuestra sorpresa estos partidos ya no solamente se ven en las pantallas de televisión, ya se viven entre expertos uniformados con los escudos de los protagonistas y se discuten entre quienes parecen haber cursado un diplomado táctico de Zidane y social de sus futbolistas más representativos. Lo de hoy es muy claro: hay que ser experto en Real Madrid y Barcelona, pero también consumir todo lo que ellos vendan.
Jorge Ramos, extraordinario periodista deportivo uruguayo, les llama con toda precisión: clientes. Clientes que ya no están interesados en el futbol de su país porque les baja el estatus social, clientes que conocen a detalle todo lo que sucede en las redes sociales de cada una de esas celebridades... clientes que festejan el gol o la victoria con desafío hacia el cliente rival, ya no con euforia y clientes que salen a las calles de sus ciudades a celebrar la conquista del nuevo título.
El publicista y mercadólogo inglés Kevin Roberts creó el concepto "Lovemarks" para las marcas que despiertan emociones y hasta sentimientos. "Las Lovemarks inspiran una lealtad que va más allá de la razón, una vez que se cruza la línea entre una marca y una Lovemark, el consumidor se convierte en un obsesivo de la firma", dice el propio Roberts. Los patrocinadores de los grandes equipos y las grandes Ligas son marcas, pero también lo son sus equipos y sus figuras.
Este verano, por primera vez, se llevará a acabo el Clásico Real Madrid vs. Barcelona fuera de España, será un partido de pretemporada en la ciudad de Miami. El encuentro ha generado una expectativa sin comparación, irreal, absurda y exagerada: el Hard Rock Stadium aseguró el lleno antes de salir a la venta las entradas. 70 mil clientes han pagado o pagarán precios exorbitantes que, en muchos casos, les permitiría viajar a la siguiente Final de Champions con avión incluido. Para la alta sociedad latinoamericana que vive en los Estados Unidos, es demasiado importante tomarse la selfie con la indumentaria oficial dentro del evento, a cualquier precio. Y los organizadores lo saben: Barsa y Real Madrid son dos extraordinarias Lovemarks.
Desconocemos si los astros de cada equipo tendrán participación en el encuentro, pero aseguramos que no puede ser más que un duelo de preparación rumbo a otra temporada extenuante, y que en nada se puede asemejar a la entrega que estos dos equipos brindan durante la competencia... pero hay demasiados clientes convencidos de que deben estar ahí el 29 de julio, suficiente para elevar notablemente la demanda sobre la oferta.
Barcelona, Real Madrid y la Champions son marcas que representan a los triunfadores... ¿Para qué pasar angustias con nuestros equipos de tradición si en ellos hay pocos riesgos, muchas satisfacciones y ponen sus productos al alcance de todo el planeta?
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