Lo que se habla en las horas previas a una Semifinal podría ser un auto examen de conciencia para cualquier comentarista.
Los lugares comunes dan hasta urticaria: que la Liguilla está pareja, que cualquiera puede ganar, que la diferencia será mínima.
Y la historia nos dice que hay muchas cosas que rompen un partido, que dan al traste con todo lo que un club construyó hasta antes de esa instancia decisiva y que esfuman todo lo dicho.
Entonces, Toluca va a la cancha del poco vulnerado Santos Laguna y le mete cuatro, que casi recibe a cambio en el juego de vuelta.
O Tigres, que parecía una piel tendida en la sala de algún cazador famoso, súbitamente revivió y venció a Rayados por partida doble y hasta con lujo desdeñoso.
Lo que se va a jugar hoy pone a prueba muchas cosas: la madurez de cada equipo, su grado de entendimiento colectivo, sus valores individuales y la fuerza moral para soportar la inevitable presión de un partido en el que se juega tanto prestigio, dinero, futuro y orgullo.
Tigres parece el más pintado porque nadie tiene su calidad y cantidad de plantel. Cuando alguien sale de la banca para entrar de cambio, parece que es solo el nuevo relevo en la conducción de los Óscares: cuesta trabajo decidir si quien abandona el escenario es más célebre, prestigioso e icónico que quien toma su lugar frente al atril.
Ese es, además de un mérito directivo, un acierto de Ricardo Ferretti y su cuerpo técnico: gestionar un plantel en el que cohabitan tantos estelares implica una enorme dificultad. No siempre se piensa en el bien del equipo. Y en este caso, los protagónicos tienen que tomar el lugar de extras en varias escenas de la película. El irrenunciable ego rechinará de vez en vez y necesita a alguien que lo controle.
Xolos es el líder general y recibirá la vuelta en casa, lo que a Tigres suele costarle trabajo. Baste recordar que algunas de sus Finales recientes las terminó sufriendo: perdió una con América en el Azteca y casi le arrebata Pumas otra que parecía definida desde la ida con un marcador escandaloso.
Miguel Herrera ha aprendido con el tiempo que si tiene que amarrar la nave para asegurar ciertos lances del partido, lo hará sin empacho.
Lo logrado por el "Piojo" para sacar a Tijuana de sitios comprometedores es digno de mención honorífica.
Chivas acaricia el balón, es ligerito y pese a su falta de puntería, produce llegada y alarido.
Toluca es inestable y ha perdido en casa demasiados partidos, pero cuenta con ese tipo de jugadores que saben hacer la diferencia.
Las Semifinales son atractivas. Dan ganas de verlas.
No adivinemos más.
Que escriban lo que les toca.
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