Las lesiones en el futbol, por desgracia, se producen cada día con mayor frecuencia.
Como cada vez se juega con más fuerza y a mayor velocidad, inevitablemente los contactos propician y provocan mayores consecuencias.
Pero algo le abonan a ese inevitable incremento, por supuesto, la mala intención de algunos jugadores, la falta de capacidad de los árbitros para apreciar y castigar cada acometida como se debería, y las suaves sanciones que suelen recibir quienes agreden.
Ahora, la Comisión Disciplinaria ha sido puesta nuevamente ante la inmejorable oportunidad de aplicar sanciones que de alguna forma ayuden a sentar los necesarios precedentes para ponerle un freno a esa proliferación de lesiones.
Porque en la anterior jornada de la Liga MX tres de esas lesiones sacudieron al futbol mexicano: las sufridas por Renato Ibarra, Hirving Lozano e Isaac Brizuela. Producto de una imprudente barrida de Andrés Andrade la primera, de una fuerte falta de Michael Orozco la segunda, y de una artera entrada de Rubens Sambueza la tercera.
La primera, quizá de roja, dejará a Ibarra sin jugar alrededor de tres meses. La segunda, de roja incuestionable, tal vez deje fuera de circulación a Lozano durante dos o tres partidos; y la tercera, de un rojo intenso, aparentemente le impedirá a Brizuela jugar en lo que resta del actual torneo.
Para sancionar como se debe, lo importante será calificar adecuadamente cada una de esas violentas entradas.
Porque los castigos deberían aplicarse no necesariamente en función del daño ocasionado, sino según el grado de premeditación para lastimar y de fuerza para hacerlo.
Tan sencillo como eso, pero tan difícil de juzgar en la justa medida en el caso de entradas que provocan tales consecuencias.
¿Cómo han sido y serán juzgadas éstas?
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