Se acerca el Día internacional de la mujer y seremos testigos y autores de muchos homenajes. Lo oscuro de un festejo merecido es que al día siguiente, como canta Serrat, iremos bajando la cuesta porque terminó la fiesta.

En un País de cultura machista hay que cambiar el enfoque y darnos cuenta que las mujeres ocupan cada vez lugares más importantes en nuestra sociedad.

Si en el deporte olímpico son las que suelen poner la cara desde Sydney, en el futbol su paso ha sido más discreto.

Cuando no se tiene un lugar donde formar y educar, será imposible competir.

El futbol femenil en México ha recurrido a jugadoras que estudian y viven en EU, a algunos viveros mexicanos forjados a pan y agua, y a una Federación que ya teniendo esos representativos, ha invertido mucho dinero para prepararlos.

Existen esfuerzos valiosos pero sin la fuerza suficiente para que nuestro País tenga una Liga femenil con apoyo federativo.

Echar a andar una empresa como estas es muy diferente a añadirle algo a lo que ya existe. Se necesita una infraestructura independiente para las chicas, y no solo una cancha más donde entrenarlas.

Vestidores, medidas de seguridad para los viajes, cuerpos técnicos y hasta los objetivos son diferentes en el futbol femenil porque apenas está naciendo y necesita dar sus primeros pasos.

La llegada de Leonardo Cuéllar al equipo femenil del América muestra la seriedad con que algunos toman el nuevo reto. No hay en México nadie mejor que él. Pero en otros lugares, equipos que no pueden ni con sus gastos actuales -Puebla y Chiapas- abandonaron antes de empezar.

Con nuestras futbolistas pasa lo mismo que en el Día internacional de la mujer: querríamos que el festejo no fuese de un día sino que su inserción fuera total a todos los ámbitos y todos los días de todos los años.

Simplemente, no estamos listos.

Y hay que decirlo con pena.

 
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