Guillotina exprés El más sorprendido con la salida de Rubens Sambueza fue, otra vez, Ricardo La Volpe.
Ya ven que también se enteró de que tenía un portero nuevo que no había pedido con Agustín Marchesín, así que una sorpresa más para el Argemex en el cierre de año no estaba fuera del presupuesto.
El técnico de las Águilas no esperaba que la directiva fuera a ser tan ruda para sacar la guillotina y cortar cabezas, y no le cayó gracia que echaran a "Sambu" porque era uno de los pocos elementos que le daba variantes a la ofensiva, con todo y sus amarillas y rojas.
Pero la decisión vino desde arriba. Basta recordar algunos de los cepillados del pasado, por mucha historia que tuvieran, como Duilio Davino, quien después de 10 años en el equipo se fue por su floja actuación en la Final de la Copa Sudamericana 2007. En esa ocasión, el sorprendido fue el técnico Daniel Brailovsky.
Sambueza tenía el vaso al límite y su expulsión en la Final fue la gota que derramó el vaso. Al patrón, Emilio Azcárraga, le caló muy hondo dejar ir la estrella 13 en el último minuto del tiempo extra.
Por eso el presidente Ricardo Peláez, y el oootro presidente, José Romano, no han tomado vacaciones, pues tienen mucho trabajo con el armado del equipo.
No les extrañe que La Volpe, si al América le va mal en el inicio de la campaña, le eche la culpa a la directiva y diga que dejó ir a los Sangüeeeza, los Daaarwin, a los Muñoooz, los Oswaldiiito...
Ciclón mexicano Buscar refuerzos en el mercado argentino es una tradición mexicana de fin de año y en esta ocasión el San Lorenzo es el ganón.
La venta del pase del jovenazo Martín Cauteruccio al Cruz Azul le dará al Ciclón unos 2 millones de dólares.
Pero el América también quiere un futbolista del San Lorenzo: el volante Sebastián Blanco. El club lo tiene con etiqueta de ídolo irreemplazable, por lo que se pondrá difícil, aunque no tanto si le sueltan unos 4 melones de los verdes.
A Blanco lo quieren para que haga más o menos las funciones de Sambueza, quien ya se pintó de rojo, o sea, se fue al Toluca.
Uno de beis Si ustedes creían que este espacio es sólo para futbol, ahí les va un hachazo beisbolero.
El lanzador Sergio Romo, quien vino a formar parte de la plantilla de los Charros de Jalisco, que tuvieron una campaña para el olvido, fue tomado como refuerzo por los Cañeros de Los Mochis.
Cuando le notificaron al cerrador, tres veces ganador de la Serie Mundial, el mánager de los Charros, Édgar González, le recomendó -en inglés, ¿cómo van a creer que en español?- que tuviera cuidado con la inseguridad de la ciudad de norte de Sinaloa.
Le recomendó que, si consideraba jugar con ellos en los Playoffs, que contratara guaruras, como los que traía Japhet Amador en Zapopan.
A Romo le sobran los logros deportivos y también la humildad. En la posada de los Charros, el domingo de la semana pasada -tras la paliza de 11-1 que les puso Hermosillo-, hubo una rifa y el ex cerrador de los Gigantes de San Francisco se ganó un estéreo.
Cuando una de las meseras -una señora que también atiende en el palco de prensa del estadio- le chuleó el regalo, Romo le preguntó que si le gustaba y de lo regaló.
En un mes en Jalisco, Romo repartió más autógrafos que todos los Charros juntos en estos tres años, y siempre con una sonrisa y disposición, con todo y que es el mexicano con más anillos de Serie Mundial en la historia.
Así, Romo decidió ignorar el consejo de González, es más, ni los moños se puso en cuestiones económicas.
Los Mochis es una de las plazas con menor poder económico de la Liga Mexicana del Pacífico, así que cuando los Cañeros seleccionaron al cerrador, la broma era qué tendrían que empeñar el vetusto Estadio Emilio Ibarra Almada para cubrir el salario del derecho, pero Romo se arregló por 5 mil dólares, cuando con los Charros cobró 35 mil.
Esos son deportistas humildes.
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