¿Por qué le vas al Atlante papá? Me preguntó Martín mi hijo de ocho años.
Porque ahí jugué la mayor parte de mi carrera y porque me identifico mucho con ese equipo desde antes y después, le respondí. -¿Pero no se supone que le vamos los dos al Atlante?, pregunté.
-Mmmmm es que yo no estoy muy seguro de irle al Atlante, no vemos nada sobre el equipo, remató.
"Yo soy", o
debería más bien decir: "yo era" de los que afirmaban que si los hijos no son aficionados a nuestro equipo, es culpa de nosotros los padres, por no tener la capacidad de continuar la tradición.
Y es que ¿Quién -en su sano juicio- puede sentirse atraído por un equipo a todas luces abandonado?
No importa ser bueno o malo; incluso ganar o perder es una condición secundaria, pero el abandono significa indiferencia y, en este caso, un arbitrario abuso hacia una institución centenaria que no le pertenece al señor Burillo, aunque tenga el certificado de propiedad. Porque el Atlante es mucho más que un acta notariada, es cultura popular que durante 100 años ha forjado una marca, ha creado una historia y ha representado la única victoria que generaciones enteras han localizado en cada partido de su equipo, contra la derrota que les presenta su condición laboral y social cotidiana. Es decir, la unidad de medida de la vida de miles de atlantistas han sido las actuaciones de su equipo: cada acontecimiento en su existencia ha tenido un matiz azulgrana. Por eso, únicamente por eso, el abandono actual del equipo es un insulto. Hay lealtades que reclaman reciprocidad y esta es una de ellas.
Las imágenes del ayer, tan significativas para sentirnos orgullosos de nuestro Atlante, no corresponden a las postales que hoy nos ofrecen los abandonados Potros de Hierro.
Hago lo que se supone haría un padre para transmitir el amor por un escudo a su hijo y resulta contraproducente: fuimos a la ciudad donde juega nuestro equipo y no existe promoción alguna: ni espectaculares ni tiendas ni aficionados que manifiesten su apego azulgrana... fuimos a nuestro estadio y entre la desolación, el descuido y lo poco atractivo del inmueble encontramos también tribunas vacías... estuvimos con el plantel minutos antes del juego, pero el ambiente de tensión que se respira dentro del vestidor en nada corresponde con la frialdad que se vive durante el partido... ¿Cómo puede un niño sentirse identificado cuando cualquier otro equipo genera mayor atracción y cuando existen tantos ejemplos opuestos a su alrededor?
El futbol es un fenómeno de contagio, de imitación, de pasión generada desde lo que uno mira, desde lo que uno siente y quiere expresar, desde lo que uno expresa y quiere transmitir, desde lo que uno transmite y, por supuesto, pretende contagiar e imitar. A partir de todo esto se construye la afición por unos colores.
No, en efecto, estoy convencido de que si los hijos deciden apoyar a otro equipo, no siempre es culpa de los padres...
Esta es la peor época del Atlante en su historia, de eso no hay duda. Un equipo que ha superado tantas crisis nos da la esperanza que también esta pasará. Lo presiento porque al día siguiente de los cuestionamientos de Martín, decidió ponerse la playera del Centenario de nuestro golpeado equipo para ir a la escuela y me dijo: "Papá, quiero que me vean hoy con la del Atlante, porque es mi equipo, quiero que lo conozcan y tiene la camiseta más bonita".
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