Apreciar sin comparar

Roberto Gómez Junco
en CANCHA


Entre otras manías, en el mundo del futbol siempre ha existido la de las comparaciones.

Comparar por comparar, incluso a los incomparables.

Es cierto que en algunas ocasiones comparar puede servir para ubicar a cada futbolista en su justa dimensión; pero muchas veces dichas comparaciones resultan estériles.

Con respecto al Real Madrid, por ejemplo, acaba de publicarse una

lista de los mejores jugadores en su historia.

¿En qué lugar ubicar en esa lista a futbolistas como Zinedine Zidane, Emilio Butragueño, Hugo Sánchez, Cristiano Ronaldo, Alfredo Di Stéfano, Francisco Gento y Raúl González?

¿Con qué argumentos poner a unos por encima de otros, considerando la diferencia de las épocas en que jugaron?

¿Qué tanto basarse en la cantidad de logros, o caer en la subjetividad inevitable al aquilatar la calidad futbolística de cada uno?

Tan recurrente suele ser el afán de comparar, que en los últimos tiempos una y otra vez reaparece la incomprensible comparación: ¿Quién es mejor entre Lionel Messi y Cristiano Ronaldo?

Dos futbolistas incomparables en distintos sentidos, porque ambos son únicos y porque solamente como goleadores pueden ser comparados... porque como jugadores es muy clara la distancia que los separa.

El crack portugués, quizá entre los cuatro o cinco mejores futbolistas en la historia del Real Madrid; y Messi, sin duda entre los cuatro o cinco mejores en la historia del futbol, en esa misma simbólica cumbre en la que están Pelé, Maradona, Cruyff y Di Stéfano.

La "polémica" surge cuando al afán de comparar se le añade la camiseta puesta al hacerlo: los Merengues a favor de uno y los blaugranas a favor del otro.

¿Y si en lugar de compararlos apreciamos su juego y nos limitamos a disfrutarlo?

 
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