El América tiene razón

Francisco Javier González
en CANCHA


Puede ser en un partido, en un guiño, en un detalle mal interpretado.

La confianza se pierde en un momento y las medallas colgadas en el pecho tienen poco valor. Se los quita el calor del momento, el arrebato de una derrota dolorosa, la expectativa incumplida.

Cuando la crisis arrecia, el resultado esperado no aparece y el entorno se revuelve del amor al odio, lo mas prudente es

mantenerse firme, con los pies en la tierra esperando que pase la tormenta.

En el América eso ha dado frutos.

Su dirección ha sido estoica ante los cambios de técnico -algunos obligados y no explicados del todo gracias a la virtud de la discreción- de jugadores que salen y entran y de la propia exigencia del torneo.

Perder un Clásico como le sucedió el sábado es de lo más doloroso. Máxime que no pudo meter las manos, que no existió reacción, que un club centenario parecía muñeco de trapo a merced del fiero rival que jugueteaba con él asiéndolo con los colmillos y paseándolo sin compasión.

Y entonces, la memoria se pierde por la calentura del momento. La afición pide sangre, los medios de comunicación cabezas, y algún personaje agazapado y anónimo lanza una convocatoria de intereses dudosamente legítimos para plantarse en la puerta de Coapa y pedir la destitución del técnico.

¿Y si se trataba de un promotor disfrazado de fan con deseos de tener una plaza disponible? ¿O algún ex jugador resentido? ¿O el agente secreto de algún rival natural enviado para desestabilizar?

Todo cabe en el mundo del futbol.

Hasta una directiva que de nueva cuenta se toma su tiempo para decidir. Que espera, reconoce lo logrado y deposita confianza en el directivo que suele acertar, que ha llevado la rienda victoriosa y que por lo tanto, sabe qué hacer o por lo menos qué intentar.

Así como Chivas tiene que sustentar su credibilidad solamente en el resultado de cada domingo porque su gente de pantalón largo tiene paciencia corta, el perdedor del Clásico frente a ellas apoya su credibilidad en un proyecto que también tiene sus horas bajas pero que no lo deja de ser.

Ricardo Peláez puede fallar esta vez, pero hay una cadena de éxitos que le avalan.

Ignacio Ambriz, lejano al casting de príncipe azul que siempre espera la afición americanista, tiene números importantes, pero también rechazo. Si es campeón, queda a deber.

Imposible saber ahora si las Águilas están decidiendo bien. Pero seguro que su dirigencia está haciendo lo correcto al no ponerse nerviosa y pensar mejor sus decisiones pese a la rabia del momento.

América confía en sus expertos y aunque perdiera la apuesta, esa es una virtud. Extraña por cierto, en este mundo lleno de decisiones instantáneas.

 
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