Amables aficionados: contaba mi papá, el verdadero Don Fernando, que hacía muchos años, siendo él un niño de 12 años, asistía en su lecho de muerte a su papá, mi abuelo Nicolás. Ya cerca del final, recordaba, volteó mi abuelo y le dijo: " vísteme hijo, porque se me va el tren", refiriéndose al frac que estaba en la cómoda y que sería su atuendo mortuorio.
Nunca olvidé esas palabras porque
se me hizo un adecuado símil con la vida. Sean situaciones personales, familiares o de trabajo, siempre estamos abordando o descendiendo de un tren, yendo y viniendo con los vaivenes de la existencia, mientras esperamos ese tren final.
Hoy me subo al que me lleva al fin de mi carrera periodística. Esta es mi despedida y columna final.
Hay tiempos para todo. Para sembrar y cosechar, para abrir y cerrar, para iniciar y terminar. Sobre esto último ha llegado mi hora. Nunca es fácil alejarse de algo que ha sido parte integral de tu vida desde niño, pero ese instante llega en todos los órdenes. Nadie escapa a estos momentos.
A mi partida, la NFL navega en aguas peligrosas no obstante su riqueza y popularidad. El asunto de las conmociones y sus secuelas trágicas han abierto una grieta en la línea de flotación de la nave, que además, lleva al timón un comisionado arrogante y abusivo, émulo de aquél capitán Smith del Titanic, el de "no le desaceleres, este barco no se puede hundir". Ya se verá.
Doy las gracias más sinceras a los medios que me dieron oportunidad, abriéndome generosamente sus espacios, muy especialmente al Grupo Reforma y sus diarios, en donde pasé la casi totalidad de mis años como columnista.
Es un desafío muy particular sentarse frente a una página en blanco una o dos veces por semana, año tras año, intentando llenarla con temas novedosos, inteligentes y de interés. Espero haberlo logrado en un porcentaje razonable de ocasiones.
El agradecimiento especial va para ustedes, mis amables lectores, que por todo este tiempo me han hecho el honor de seguir mis palabras. No siempre hemos coincidido en los conceptos, es lógico, pero recordando que mis escritos fueron solo eso, mi opinión, que de ninguna manera era necesariamente la única y/o la correcta.
Me despido parafraseando al General Douglas McArthur en su discurso final ante el Congreso norteamericano (escribiendo columnista en vez de soldado): "los viejos columnistas nunca mueren, solo se van desvaneciendo, habiendo cumplido con su responsabilidad, hasta donde la pudieron comprender".
Ahora si, hasta luego.
fvonrossum@mural.com