Durante muchos años permanecerán los ecos olímpicos de 2016.
El de una maravillosa ciudad, Río de Janeiro, que a pesar de los pesares cumplió cabalmente con la olímpica tarea.
El de un Usain Bolt, tan rápido y tan dominador en las pruebas de velocidad, que incluso en la carrera de los 100 fue capaz de empezar a festejar su medalla de oro 4 o 5 metros antes de llegar a la
meta.
Michael Phelps como inmejorable ejemplo de sacrificio, perseverancia, mentalidad triunfadora, de todo eso que se necesita para sacarle el mayor provecho posible al propio potencial y a las enormes cualidades naturales, a ese gen ganador con el que algunos nacen.
Simone Biles como extraordinario recordatorio de lo que el ser humano es capaz de lograr en cuanto al dominio de su propio cuerpo.
El impresionante récord olímpico y mundial establecido en los 400 metros planos por el sudafricano Wayde van Niekerk... corriendo por el octavo carril.
La primera medalla de oro en futbol para la Selección de Brasil, que rubricó su convincente actuación olímpica ofreciendo junto con la escuadra alemana una Final de un nivel que ya quisieran muchas Finales de Copas del Mundo.
Una Selección Olímpica Mexicana que desperdició la magnífica oportunidad de restaurar algo del deteriorado prestigio de nuestro futbol.
En los 20 km de caminata, María Guadalupe González con esa plata que vale oro, ganada a pulso contra muchas adversarias y más adversidades.
Las altamente meritorias medallas ganadas por Germán Sánchez, María del Rosario Espinoza, Ismael Hernández y Misael Rodríguez, e incluso el destacado desempeño de Paola Espinosa y de Diego del Real; todos ellos grandes deportistas mexicanos capaces de sobreponerse a las condiciones desventajosas en las que muchas veces compiten.
¿Y a ustedes, estimados lectores, qué imagen les viene a la mente y con cuál olímpico eco se quedan?
gomezjunco@mural.com
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