Que no juegue la complacencia

Francisco Javier González
en CANCHA


Nuevo compromiso para el Tri.

Uno de esos que se suponen de rutina por la potencia propia y las carencias ajenas.

Este pensamiento, que tiene absoluta argumentación, es tan verdadero como peligroso por lo que la historia ha reiterado a través del tiempo.

Se supone que México se crece ante los adversarios de etiqueta y concede demasiado a los que visten overol. Y esa extraña

propiedad del seleccionado tricolor de mimetizarse según el color del rival invita a que en esta etapa de Juan Carlos Osorio también haya un cambio de comportamiento.

Esa Jamaica peligrosa como diablo cuando juega en Kingston y llamativa por la cantidad de jugadores que actúan en Inglaterra, pierde fortaleza cuando se reúne para un partido fuera de casa.

Si su condición de finalista en la última Copa Oro se debió a una increíble noche en que la decadente Selección de Estados Unidos falló todo lo que podía fallar en la Semifinal, el partido por el título le entregó noticias diferentes.

México atravesaba una crisis de credibilidad que sin embargo era correspondida con resultados.

Andrés Guardado había sido señalado por la ultraderecha del futbol como un forajido por convertir contra Panamá un penalti que el cielo le había regalado.

En ese duelo, previo a la salida de Miguel Herrera por el incidente extra cancha de todos conocido, parecía sellar la polémica con una goleada irreprochable frente a una Jamaica a la que le salieron todas sus goteras.

La racha victoriosa del Tri data de esas fechas. Sus 20 juegos sin perder y las 10 victorias consecutivas que suma hoy, le tienen que marcar favorito para garantizar su segunda victoria del torneo y prácticamente el liderato de su grupo.

Jamaica es un equipo que juega siempre a lo mismo porque no tiene más que ofrecer.

Peligroso con el espacio largo en el que sus velocistas del balón pueden hacer daño, contrastan con una defensiva que suele desacomodarse y en el mano a mano con el que bien cuenta México, ser vulnerable no obstante su entusiasmo.

El viejo Rose Bowl de Pasadena es como una segunda casa del equipo mexicano. Muchas son las batallas que ahí ha librado y vencido.

La última de ellas es una de las más gratas: el triunfo sobre Estados Unidos en el interinato del Tuca que le dio el boleto a la Confederaciones.

A diferencia de los caribeños, México tiene material e ideas en exceso. Algunas de ellas le hacen cambiar de planteamientos y posiciones cada vez que al técnico le parece conveniente.

La tarea de Osorio, sin embargo, consiste en evitar lo sucedido en el complemento ante Uruguay: la desconcentración, el exceso de confianza y la falta de consistencia son amigos del Tri y es momento de sacarlos a patadas de la casa.

 
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