Japón en la agenda compartida

Francisco Javier González
en CANCHA


Quisiera esperar para saber qué ocurrió en la final de Concacaf y tener más elementos de charla.

Pero las siete horas de más que hay en el reloj lo hacen imposible.

Madrid ya duerme pese a la adrenalina que le puso a la almohada lo sucedido con sus dos equipos.

La noche del martes. El Real Madrid sacó el empate sin goles del campo del Manchester City. O tal vez los Citizens,

menos poderosos que el encumbrado rival, se lo sacaron a ellos pese a haber jugado en casa con la obligación que ello supone.

Y la del miércoles, el equipo más guerrero de todo el mundo echó mano de sus más destacadas virtudes para derrotar al Bayern Munich extendiendo su número de partidos sin recibir gol.

El argumento más agresivo del Atlético de Madrid no es su ataque y los goles que puede lograr; es la manera de evitar que el adversario pueda hacérselos.

De la tribuna del Calderón, llena como ocurre en las citas importantes, surgía una energía que parecía eléctrica: una valla en la que saldría electrocutada cualquier ofensiva del rival.

La comunión en este estadio es mayor que en casi cualquiera del planeta: el jugador número 12 juega sin espinilleras el duelo más temerario a favor de sus colores.

Así, pudimos ver en vivo y sin que nos lo contaran, cómo el Bayern tenía durante repetidas fases del duelo a sus cuatro defensores a la altura de medio campo o más allá todavía. Y como respuesta, cómo el Atlético disponía sus piezas en el fondo del tablero, listas para recibir cualquier embate para anularlo con inteligencia y rigor.

Un duelo así de cerrado sólo se puede definir con una genialidad como la de Saúl en la primera mitad en un slalom que se hará célebre por la importancia de la batalla.

Así llegamos al final con un triunfo para el Atlético cuya tribuna se fue delirante. Con un Bayern que tiene que derrotar en su casa a una defensiva imbatible.

Guardiola enfrentará en su adiós al Bayern uno de sus retos más temerarios: abrir la caja fuerte de un rival que juega a impedir las obras de arte de cualquier enemigo. Así se puede definir a un Atlético apasionado y apasionante que en su geometría tiene siempre en primer lugar la portería propia.

¿Una Final española de nuevo en la Champions? ¿O un enfrentamiento de Guardiola con su enemigo desde niño para dirimir al campeón?

Todo es posible en una Final en la que el City goza de menores argumentos sanguíneos y futboleros.

Una consecuencia coincidente con lo que haya pasado en el Azteca es el Mundial de clubes de Japón.

Importante, trascendente, retador.

Por eso hubiera querido esperar al resultado en una noche cuyas emociones y sensaciones fueron muchas pero que ha resultado demasiado larga.

 
 
 fjgonzalez@reforma.com
 
Twitter: @fj_tdn