Dice Andoni Zubizarreta con gran acierto que "En la sociedad hay personas que quieren ser masa y otras que quieren ser individuo... y el guardameta elige ser distinto".
Distinto no solamente en la vestimenta y los guantes, sino en la personalidad que va moldeando la búsqueda incansable e inalcanzable de la perfección.
Si por un lado Agustín Marchesín finalmente nos ha demostrado que
no es distinto a los demás arqueros durante la Semifinal de la Concacaf Liga de Campeones, en la que no fue capaz de rechazar un disparo rutinario, por el otro también nos permitió ver, un día después en sus declaraciones, que finalmente sí es distinto.
Un arquero que comete errores es masa dentro de los individuos, pero un portero que se para frente a las cámaras y, en una sola frase, destruye toda especulación sobre su posible traspaso al equipo que lo acaba de vencer, es individuo dentro de las individualidades...
"Me gusta ganar los partidos jugando con el corazón. Me siento muy identificado con este club por como se ganan los partidos en el día a día, y en América no lo siento así, por lo que no sería jugador de América", dijo el arquero para sorpresa de propios, extraños, Águilas y Santos.
A mediados de marzo tuve la oportunidad de entrevistar a Marchesín; tres meses antes el placer de conocerlo sin prisas. En ambas ocasiones mi sensación fue de estar frente a un tipo sumamente centrado y consciente, profesional y cuidadoso, sencillo y sensible...
En aquella entrevista le preguntamos acerca de sus escasos errores. Haciendo memoria y alarde de humildad nos confesó que aquel partido del debut de Paco Ayestarán con Santos, en la Jornada 7 del Apertura 2015, perdieron 4-3 ante Pumas y él sintió que había tenido muy mala actuación. Pero con toda sinceridad recordó un gol que le hizo Huracán cuando Marchesín defendía los colores de Lanús: un balón que debió enviar a tiro de esquina y decidió tratar de atraparlo. Lanús al final ganó y su error pasó a segundo término y solo en la memoria de él mismo.
La portería se trata de mostrar tus fortalezas y esconder tus debilidades, de transmitir confianza incluso cuando no la tiene... de mostrar serenidad hasta en la taquicardia y, sobre todo, de construir sabiduría, no a partir del estudio y del conocimiento, sino de la experiencia que te permite prevenir, actuar y resolver en situaciones similares a las ya vividas. Marchesín acaba de pasar por una situación inédita en su brillantísima carrera: nunca antes se le escapó un balón entre las manos, en tiempo extra y en una Semifinal. Por eso sabe que no hay revancha válida ni olvido recomendable, únicamente objetivos nuevos. Sabe perfectamente que no quiere volver a sentir esa ráfaga de calor que invade el cuerpo en el momento que se consuma el gol que jamás debió entrar, sabe que no quiere tener otra jugada que le de vueltas y vueltas en la cabeza por horas y días. Sabe que quiere palmadas en la espalda de sus compañeros de celebración tras un buen partido y un buen resultado, no de solidaridad tras un error.
Agustín Marchesín es distinto, claro que lo es: tiene más pinta de profesor titular de secundaria privada que de arquero internacional. Es distinto, claro que lo es: nadie más se disculpa una y otra vez por decirle "borracho" a un rival durante un partido. Marchesín es individuo, no masa, es distinto, tal como lo escribió el inglés Nick Hazlewood en "In the way": de una raza aparte.
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