El Camp Nou se vestirá hoy de gala para recibir al Real Madrid en un nuevo Clásico español y, desde hace tiempo del futbol mundial. Más allá de lo que hay en juego (algún récord) el sentimiento culé estará a flor de piel pues todo será un gran homenaje a uno de sus héroes: Johan Cruyff.
El holandés representa la esencia del Barcelona. Fue y será uno de sus íconos. Como es, a su vez, el
argentino Alfredo Di Stefano para el Real Madrid.
Cuesta asumir en el imaginario futbolero que la "saeta rubia" fue, en los papeles, un jugador culé antes de vestirse de merengue. Transcurría el comienzo de la segunda mitad del siglo 20. El Barcelona tenía en Ladislao Kubala a su máxima estrella y venía de ganar la Liga y la Copa. Pero hubo malas noticias. Al delantero húngaro le detectaron tuberculosis. Había que buscar otra estrella. La elección recayó en Di Stéfano que siendo un jugador del River Plate se fugó por razones económicas al Millonarios colombiano. La Liga de Colombia no exigía la oficialización de traspasos y pagaba grandes sueldos que estimulaban la llegada de jugadores.
Debido a eso la FIFA la suspendió del organismo.
En 1951, ambas partes llegaron a un acuerdo: los jugadores seguirían en los clubes colombianos pero a partir de 1955 debían regresar a los de origen.
En un partido amistoso, jugado en Madrid en 1952, Santiago Bernabéu vio jugar a Di Stéfano y le echó el ojo.
Fue justo ese año cuando el Barsa le pagó a River Plate unos 40 mil dólares de contado por la mitad del pase. El jugador viajó a Barcelona pero nunca entró a la cancha porque, según lo pactado por la FIFA, el equipo bonaerense debería esperar dos años más para traspasarlo.
Enric Martí Carretero, un industrial textil catalán, había llegado a la presidencia culé en ese año. Cuando rechazó el precio que le fijaba el Millonarios para destrabar el pase, no sabía que estaba cavando su propia tumba. Enojados, los colombianos ofrecieron a Di Stéfano al Real Madrid. Ni lerdo ni perezoso, Bernabéu movió ficha y compró los derechos.
La Federación Española recurrió al arbitraje de la FIFA que salomónicamente dijo que Di Stéfano debería jugar dos temporadas con los merengues y dos con los culés.
El Barsa argumentó razones políticas inducidas por el gobierno franquista y, como protesta, decidió deshacer la operación. Le vendió su parte al Madrid y le pagó el resto al River Plate. Martí Carretero tuvo que renunciar.
Lo bueno fue que Kubala se curó. Lo malo, que el Clásico de la temporada 1953-54, jugado semanas después, lo ganó Real Madrid 5-0 con dos goles de Di Stéfano.
El argentino, que sólo había vestido la azulgrana para posar con Kubala volvería a usar la playera culé siendo jugador merengue en sendos partidos amistosos, reforzando a la Selección de Catalunya. Eran otros tiempos.
Hoy hay Clásico en el Camp Nou. Desde el palco celestial, Cruyff y Di Stéfano harán los comentarios.
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