"La UEFA no tolerará los amontonamientos de jugadores alrededor del árbitro. Ver por televisión a un grupo de futbolistas ejerciendo presión por una decisión tomada no es una imagen agradable". La declaración es de Pierluigi Colina, el ex referee italiano que ahora administra la justicia futbolera de la UEFA.
El jugador siempre quiere tener razón y se considera perjudicado. Hasta reclama
la inocencia en una falta que todo el estadio le vio cometer. Y, ¿qué decir de los aficionados? Siempre esperan que los fallos beneficien a su equipo.
En medio de ese tiroteo queda el nazareno.
"Los jueces de línea, que ayudan pero no mandan, miran de afuera. Sólo el árbitro entra al campo de juego; y con toda razón se persigna al entrar, no bien se asoma ante la multitud que ruge. Su trabajo consiste en hacerse odiar. Única unanimidad del futbol: todos lo odian. Lo silban siempre, jamás lo aplauden", lo retratan las palabras de Eduardo Galeano.
Los periodistas, los dirigentes, los jugadores, los entrenadores y los fanáticos señalan sus errores y nunca sus aciertos, pero a él no le dan el derecho a defenderse.
Hace unos días en la Premier League se desató una interesante polémica generada por la actuación de Mark Clattenburg, quien le concedió al Tottenham un penalti que todos en el Manchester City no vieron y protestaron. Fue el comienzo de su derrota por 2-1 en el Etihad Stadium.
Algunos ex árbitros han denunciado la ley mordaza de la principal Liga inglesa que les impide explícitamente comparecer en público o hablar con la prensa.
Desde que los árbitros se profesionalizaron en 2001, crearon un organismo que reúne actualmente a 78 jueces, a 247 asistentes y a los 17, conocidos como la "lista selecta", que son los que dirigen en la Premier League.
En 1981, un árbitro ganaba 84 dólares por partido y un asistente 42 dólares. Ahora los de la "lista selecta" llegan a obtener 140 mil dólares anuales.
Los críticos señalan que es perjudicial que los árbitros dependan directamente de la Premier y no, como en algunos otros países, de la federación. "Tienen controlados y amenazados a los jueces, por lo que nadie puede decir nada", advierte el ex nazareno Keith Hackett, citado por el diario The Guardian.
Suele ser común en la mayoría de los países que los árbitros reciban estoicamente las críticas, pero en Australia se está aplicando un programa piloto donde pueden hacer comentarios después de los partidos sobre sus decisiones.
"Durante más de un siglo, el árbitro vistió de luto. ¿Por quién? Por él. Ahora disimula con colores", escribió Galeano.
Aunque los colores no ocultan la oscuridad de su silencio.
En este tiempo de transparencia y reivindicaciones lo deja a medio camino entre un ser humano sin derechos y un dios omnipotente que nunca explica sus acciones.
homero.fernandez@reforma.com
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