Se siente raro tener un técnico de Selección tan abierto, pero al mismo tiempo con tanto criterio.
Es imposible saber si la resultante Juan Carlos Osorio se debe al deseo que algún genio le concedió a un vagabundo futbolero: mezclar la capacidad analítica del "Chepo", la apertura de Miguel Herrera, la claridad táctica de Ricardo La Volpe y la madurez de Manuel Lapuente.
Osorio se
desliza entre los nombres que se le consultan como posibles convocados por la prensa.
Habla de características, su discurso es futbolero, tiene en la cabeza a los siguientes rivales del Tri como si fuera a jugar mañana contra ellos y escribe sin parar con sus bolígrafos bicolores.
Lo que vaya a suceder en el futuro, como todo en el futbol, es absolutamente incierto.
Los resultados son veleidosos, los futbolistas también.
Un mal día sumerge a cualquier buen equipo en una mala racha y la presión empieza a ascender hasta que a veces -las más- revientan las tuberías y todos los atributos se convierten en defectos.
Esa falta de seguridad no afecta, sin embargo, la percepción que de Osorio tenemos muchos. Es gran charlista, generoso en su forma de expresión, afable ante el dardo más envenenado para devolverlo con buena educación y siempre parece dispuesto.
La historia dice que habitualmente todos los técnicos nacionales son vistos con agrado antes de que empiecen los malos resultados. Que las alas de angelito se van cayendo gradualmente para intercambiarse por colmillos y que las alabanzas iniciales dan paso a críticas poco piadosas y además merecidas.
Ya vemos lo que pasa con algunos colegas de Osorio: el bendito Matías Almeyda hoy ya habla de que ojalá la prensa no le haga campañas, como si los resultados no se encargaran por sí mismos de ello.
Tomás Boy no sufre demasiado, pero ya se le pide una victoria, mientras Ignacio Ambriz sigue intentado convencer en tanto los números van proyectando sombras más largas, y en Sinaloa hay un técnico mundialista y capaz que no ve cómo evitar que su equipo descienda sin tocar aro. Ese estado, cierto, puede cambiar igualmente para bien. No hay mal que dure cien años ni equipo que resista a su técnico para aguantarlo.
Con muchas luces sobre el 2016, el plan de selecciones es ambicioso y podría generar expectativas que el técnico está aceptando.
El tiempo dará su veredicto, pero Osorio gusta a muchos. Conquista con sus palabras. Los jugadores están satisfechos con él.
Que dure mucho el encanto.
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