Fascinerosos ilustres

Francisco Javier González
en CANCHA


Es verdad que sin directivos no hay espectáculo. Si no hay quien arriesgue su dinero para armar un equipo, no hay manera de tener futbol profesional.

También lo es, sin embargo, que sin jugador no hay quien juegue. El razonamiento de Perogrullo es infalible.

En este espectáculo-asociación hacen falta muchos engranajes para que la máquina funcione. Incluyendo, claro, alguien que

regule, cuide la buena fe y legalidad de las cosas, mantenga derechito un medio tan tentador por las cantidades de dinero que maneja.

Las noticias con que despedimos el año y empezamos el siguiente son desalentadoras: la comprobación de escándalos de corrupción entre los más altos dirigentes del futbol mundial es incesante.

Blatter, Platini, Valcke, Beckenbauer, Blazer, Warner y compañía parecen los apellidos de una banda más temible que la de los bandidos de Río Frío.

Cuando se descubren fraudes en los gobiernos la reacción natural es de mucha rabia porque están utilizando sin escrúpulos el dinero del causante, del que paga impuestos, para lograr un mantenimiento del bien social.

Cuando sabemos que Valcke tuvo que ver en la asignación de sedes mundialistas en complicidad con el Comité Ejecutivo y que dispuso de 8 mil boletos del Mundial de Brasil 2014, entre otras tropelías, cabe una indignación similar porque el futbol también es nuestro patrimonio como seres humanos.

Todos estos personajes tienen la cara tan dura que se dicen atropellados por todas estas "invenciones". Vemos con pena a Platini, gran astro de su tiempo, que habrá visto con normalidad un modus operandi que ha sido bueno para castigar Federaciones, clubes y futbolistas, pero indecente para respetar los más elementales valores de honestidad y rectitud.

La FIFA, cuyo Congreso se celebrará en México a mediados de año, tiene una tarea titánica que realizar: lavar su imagen, reconstruir una credibilidad hoy rota, y cuidar que el balón y el futbolista, los elementos más importantes de esta ecuación, no se manchen bajo ninguna circunstancia. Que se sigan investigando partidos bajo sospecha, que se haga frente a las mafias de apuestas ilegales en Asia y que se preserve el juego limpio. Que las cosas buenas que sí hizo la FIFA no vayan a quebrantarse.

Qué bueno que Zidane, prematuro en su llegada al banquillo del Real Madrid, haya elegido seguir cerca del campo y lejos de los escritorios. Podrá acertar o fallar en su faceta como director técnico, pero no será infectado por ese virus que algunos más portarán sin que lo sepamos. El de la tentación insensible.

Nuestros ídolos deberían tener prohibido decepcionarnos. Los jerarcas de las grandes corporaciones, también. Pero siguen siendo demasiado humanos.

 
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