El precio de Batigol
Si en la vida nada es eterno, mucho menos el talento futbolístico.
Esto me hace recordar la historia de un centro delantero fuerte, con un cañón en la pierna derecha, un sinónimo de gol en cualquier área y enemigo declarado de los porteros.
Gabriel Omar Batistuta (Reconquista, Santa Fe, Argentina, 1 de febrero de 1969) besó la gloria del futbol
mundial, bailó con ella, durmió a su lado, anduvo con ella de un lado para el otro... hasta que un día tomaron caminos diferentes.
En el 2005 se retiró de las canchas y siete años después estaba metido en el partido más difícil de su vida: "Batigol" tenía un dolor muy intenso en los tobillos, el cual no lo dejaba ni ir al baño en la madrugada. De hecho, él mismo contó que en muchas ocasiones se orinaba en la cama con el fin de evitar que la tortura continuara.
Hasta antes de los 18 años no le pasaba por su mente jugar al futbol profesional en su pueblo natal, Reconquista, pues tanto él como su familia tenían la idea de que se convirtiera en médico.
Pero no. Un día llegaron Jorge Griffa y Marcelo Bielsa hasta su casa, pues sabían que se podía convertir en una gran figura, y lo convencieron de que formara parte del Newell's Old Boys.
El futbol no era la gran pasión de Batistuta, sin embargo, se convirtió en figura de Boca Juniors argentino y de la Fiorentina italiana; además de que en la Selección Argentina llegó a los 56 goles en 78 partidos para ser el máximo romperredes de toda la historia.
CONVICCIÓN
Batistuta nunca pasó hambre, su familia gozaba de una buena posición económica, y a él siempre le gustó comer bien.
Cuando llegó a Newell's se burlaban de él, le decían que parecía un elefante, pues tenía poca técnica individual y erraba muchos goles. Bielsa le tuvo paciencia.
A Batistuta se le veía comiendo alfajores a escondidas, luchaban con él para que se pusiera a dieta, hasta que lo lograron y una vez que llegó a una meta de peso, el propio Marcelo le regaló una caja de estas golosinas.
¿Premio? No. El "Loco" quería probar la voluntad de Batistuta.
Gabriel no era el favorito de los utileros, pues se quedaba después de cada práctica a mejorar su cañón, una y otra vez... hasta que los resultados comenzaron a llegar.
Con el "Ñuls" duró sólo un año, luego pasó a River Plate donde no lo tomaban en cuenta. Su despunte vino con Boca y, luego de tres años en el futbol argentino, llegó la Fiorentina para ficharlo.
Con el cuadro de Florencia marcó 168 goles en 269 compromisos. No quería ni ir al Real Madrid o al Barcelona, estaba contento con el cariño que recibía en la Viola; luego jugó para la Roma y para el Inter de Milán; quiso retirarse con Boca, pero no pudo y lo hizo en Qatar con el Al-Arabi.
A pesar de que no quería ser futbolista, se convenció de que podía ser de los mejores y lo logró, se convirtió en el más entregado y disciplinado. Batistuta tenía una frase y la seguía al pie de la letra.
"La vida es un 90 por ciento lo que tú quieres que sea", y sí, se propuso llegar al Mundial de Estados Unidos 1994 y lo cumplió.
UN TRABAJO
Cuando estaba en los últimos años de su carrera, allá por el 2001, en una entrevista para un periódico español, Batistuta se sinceró y manifestó que el futbol era tan sólo su trabajo.
"No me gusta el futbol, es sólo mi trabajo", fue lo que comentó cuando aún jugaba en Italia con la Roma.
Su declaración hacía valer un episodio de su historia: hasta antes de los 18 años no pensaba dedicarse al futbol.
"Bati" sí tenía una verdadera pasión: le gustaba todo lo que tuviera relación con los caballos, y por eso en la actualidad juega al polo cuando puede.
En varias ocasiones ha manifestado que no hay otro animal más hermoso que los equinos; quienes lo conocen bien aseguran que cada vez que ve a un potro, se pone a hablar con él y no lo deja de acariciar.
Cuesta trabajo creer que el hombre que le anotó dos goles a México en la Final de la Copa América 1993 no le gustara el futbol.
Pero sí era disciplinado. De cara al Mundial de Francia 1998, el técnico del seleccionado argentino, Daniel Pasarella, le exigía a sus jugadores traer el pelo corto y, con tal de jugar, se quitó la greña larga.
"Muchos se hubieran cortado el cabello y muchos no. Yo quería jugar en la Selección y lo hice cuatro años con ese técnico. No compartía su idea, porque para mí una persona no se mide por el pelo o por el arito, pero la acepté porque quería jugar. No fue un deshonor", declaró.
Su historia de que no le apasione el futbol pese a ser un futbolista de primera línea no es único, pues hay otros como Mario Balotelli, Carlos Vela, David Batty, Andrés Silvera, Sebastián Abreu y Christian Vieri que han aceptado públicamente que es más su trabajo.
CÓRTAME LAS PIERNAS
Su último club fue el Al-Arabi en Qatar y ahí comenzó su lucha. Las constantes infiltraciones que se hizo durante su carrera estaban en su puerta para cobrarle factura.
Batigol no se perdía ni un sólo partido, y prefería que le inyectaran anestésicos para poder jugar.
En el 2002 los dolores eran tan fuertes que llegó a pensar que preferiría quedarse sin piernas, recordando a Oscar Pistorius, el atleta sudafricano que sufrió una doble amputación.
"Dejé el fútbol y de un día para otro no podía caminar más. A los dos días no podía caminar, no al mes. Me oriné en la cama, teniendo el baño a tres metros, porque no me quería levantar. Eran las 4:00 y pensaba lo que me iba a doler el tobillo si me paraba", detalló.
"Me fui a ver al doctor (especialista en traumatología y ortopedia Roberto) Avanzi y le dije 'cortame las piernas'. Me miró y me contestó que estaba loco. Yo insistía, no podía más, vivía malhumorado. No puedo contar el dolor, es imposible transmitírselo a la gente".
De aquel león del área no quedaba nada. Batistuta no podía caminar en ocasiones. "¿De qué le servían sus goles y la gloria?", preguntaban sus familiares al verlo sufrir.
Ha estado en tratamiento y ha mejorado, los dolores se han ido poco a poco, aunque en ocasiones regresan.
"Hice un tratamiento de 4 años en la pierna derecha y me dejó de doler, pero no se puede hacer en las dos. El tema es que no tengo cartílago ni nada en los tobillos. Entonces, cuando camino se frotan los huesos entre sí y eso me provoca dolor.
"Estoy en ese proceso, incluso juego al fútbol de vez en cuando y me divierto. Si estuviera viviendo una situación tan dramática, no estaría de tan buen humor. Estaría bajoneado", aclaró.
El precio de la gloria de Batistuta ha sido caro y doloroso, y sigue librando el juego más importante de su vida.
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