El Barcelona sigue añadiéndole brillantes páginas a un libro que parecía terminado.
Con la prevista obtención del título en el Mundial de Clubes, la escuadra catalana cerró un magnífico 2015, en el que prácticamente logró todo lo que podía lograrse.
Para redondearlo cerca de la perfección, solamente le falta vencer al Betis el penúltimo día de este año, para así consolidarse como
líder en la Liga casi a la mitad del camino.
De seis títulos en disputa, este incomparable equipo de Luis Enrique ganó cinco, y sólo perdió una Final que en realidad ni siquiera tendría por qué haberse jugado.
Por orden de importancia, ganó la Champions League, la Liga, la Copa del Rey, el Mundial de Clubes y la Supercopa de Europa.
Sólo perdió la Supercopa de España, en la que normalmente se enfrentan el campeón de la Liga y el de la Copa del Rey, pero como el Barcelona había ganado ambos torneos, y como el negocio del futbol inventa partidos incluso para definir o dirimir lo que ya está definido y dirimido, los blaugranas enfrentaron al subcampeón de la Copa, el Atlético de Bilbao, que les propinó su derrota más importante y estrepitosa del 2015.
Pero más allá de los títulos, aunque tanto valgan, está el futbol que este equipo despliega, quizá el mejor que equipo alguno haya desplegado en la historia de este juego.
Un admirable Barcelona que además ha reivindicado una verdad que mucha falta le hacía al futbol: se puede ganar mucho jugando bien y bonito, jugando más a jugar que a impedir que el rival juegue, respetando a ultranza la esencia del juego.
¿Han visto ustedes, estimados lectores, algún equipo comparable con éste, más allá de la camiseta que les guste ponerse?
¿El Brasil del 70, la Holanda del 74, el Ajax de aquellos tiempos, el Milán de Sacchi, algún Real Madrid?
Creo que ninguno de ellos le llega, y que este Barcelona de Luis Enrique sólo puede ser comparado con el de Guardiola y el de Vilanova.
Es decir, consigo mismo.
gomezjunco@mural.com
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